La pesca del siluro
Antonio García Velasco
Vicente llenó el depósito de
gasolina y se dirigió a la zona de aguas profundas del Gran Río dispuesto a
pescar un siluro. Su hermano había sido noticia por haber pescado el ejemplar
mayor de los registrados en la historia del país. Él tenía que superarlo y no
descansaría hasta conseguirlo.
Era consciente de que el
siluro es un pez superpredador y que llegó a las aguas del río por manos
irresponsables que pretendían lucirse con la pesca. Pero, aunque puede llegar a
180 kilos y 3 metros de largo, su carne no es apreciada y, por otra parte, es
voraz y se come todo lo que alcanza: peces, aves o pequeños mamíferos. Por
ello, estos peces de aguas dulces constituyen una amenaza para los ecosistemas
de los que no son oriundos.
Su amigo Roberto lo esperaba
en su barcaza con las manos pringosas de churre. Le había prohibido intervenir
en la pesca, ya que quería la exclusividad de la gloria superando a su hermano
en la captura de un siluro gigante. Temió que la suciedad de sus manos
anunciase una avería en el motor de la lancha.
—¿Qué ha ocurrido, Rober?
—Un pequeño fallo que ya está reparado. Nos vamos
cuando quieras.
—Me dejarás solo, ¿verdad?
—No te voy a ayudar, pero tampoco te dejaré solo.
El motor puede averiarse nuevamente.
Vicente se resignó a salir
acompañado. Había preparado una caña y un sedal bien resistentes y los cebos
adecuados para el anzuelo. Estaba seguro del éxito de su jornada de pesca.
Al más mínimo indicio de la
presencia de siluros, arrojó el anzuelo. Pronto notó el tirón y comenzó a
recoger el sedal. Pero una fuerza superior a la propia lo arrastraba. Fue
inútil la resistencia y cayó al agua. Roberto, con tremendo esfuerzo, consiguió
salvarlo.
—Era más grande que el
pescado por mi hermano, ¿verdad? Volveré a por él, volveré, juro que volveré.
En la testarudez reside una pesada lacra de los insensatos. La nutre el afán de protagonismo en la vacuidad.
ResponderEliminarEs complicado darnos cuenta de nuestra propia testarudez, llegamos a considerarlo perseverancia. Sin embargo, en lo ajeno, es fácil llamar testarudez a lo que, tal vez, sea perseverancia. Buen micro.
ResponderEliminarHay una palabra española por la que siempre he tenido predilección: "equilibrio". Etimológicamente deriva de latín "aequus", igual, y "libra", balanza. Describe la situación que dan pesas iguales, en la balanza. Viene a ser sinónimo de "mesura".
ResponderEliminarLo que persigue el pescador de este Microcuento es todo lo contrario, una desmesura, un caso de desbordante tamaño, en su pesca...
Y tuvo mal final y cayó un poco en el colmo de la ambición que es la obsesión.
En nuestra civilización europea, y en el siglo VI a. C., uno de los Siete Sabios de Grecia, Quilón de Esparta, ya dio una lección contra la desmesura:
"De nada demasiado".
Que es un canto a tener "mesura en todo" .
Han pasado muchos siglos, pero nunca es tarde para aprender.
.
La perseverancia persigue fines trascendentes ( aunque sean para alguien concreto e, incluso, con interese mundanos), sin son altruistas, miel sobre hojuelas. La tozudez basa su esfuerzo en la vanagloria. Si sabe diferenciar orgullo de dignidad, también se sabrán separar las dos actitudes citadas.
ResponderEliminarEl principal elemento que observo en tu relato es la competitividad entre hermanos… ese es, supongo, el móvil que lleva a Vicente a intentar superar a su hermano con la pesca de un siluro más grande. Es cierto que en una etapa infantil esa competencia, que se muestra incluso con los celos, es más manifiesta hasta superarla total o parcialmente. En este caso sería interesante saber si su hermano era más pequeño, pues los celos se revelan con más intensidad en los mayores, destronados de su reino ante la madre por el bebé que requiere cuidados y atenciones especiales.
ResponderEliminarEn todo caso, la personalidad de Vicente, tal vez tenga cierto grado de inmadurez, y no haya superado el litigio infantil entre hermanos, manteniendo la pugna por mostrar cual es mejor.
Concluye tu cuento, cuando el siluro se le escapa, con un: “—Era más grande que el pescado por mi hermano, ¿verdad? Volveré a por él, volveré, juro que volveré”. Necesita documentar su éxito para que nadie lo cuestione… he ahí su perseverancia, y también su terquedad, pues ambas tienen mucho que ver con el objetivo que se plantea el sujeto y la importancia que este tenga para él. Perseverancia y terquedad aquí se dan la mano para mostrar su supremacía sobre el hermano.
Obsesión por destacar por encima incluso de su hermano arriesgando la vida. Valores erróneos.
ResponderEliminarUna intención falaz desacredita el empeño. Aunque consiguiera su objetivo le estaría negada la gloria que busca. Gracias Antonio
ResponderEliminarVicente se tenía que haber quedado en casa celebrando el éxito de su hermano.
ResponderEliminarLa excursión en busca del pez para conseguir más gloria que su hermano
le saldrà cara: "la avaricia rompió el saco".
Afortunadamente ahí estaba un amigo para ayudarle en todo.
A PROPÓSITO DE LOS PECES SILUROS
ResponderEliminarLeído el microrrelato de esta semana, y evaluadas las diferentes opiniones que lo siguen, en su totalidad coincidentes en reprocharle a Vicente, el protagonista, su actitud cainita con respecto a su hermano, todas ellas muy acertadas, igualmente sabrosas, muy de mi gusto y en conformidad con mi forma de sentir, me dispuse a pasar a otra cosa, considerando innecesaria mi intervención, que solo vendría a abundar sobre lo ya escrito y opinado, cuando, de forma inesperada, y con la velocidad de una centella, irrumpe en la pantalla de mi ordenador un sticke con una noticia muy relacionada con el tema cuya lectura acaba de concluir.
La facilitaba la versión digital del “Diario de Navarra”, y el escrito aparecía firmado con fecha del 2 de mayo de 2022, es decir, de hoy. La nota, acompañada de una imagen del espantoso monstruo que nos ocupa, venía a decir que Sergio Rodríguez, pescador deportivo vallisoletano, había capturado en Zaragoza, a orillas del río Ebro, este pasado fin de semana, el siluro más grande de los que se han atrapado en España. Tenía el pez una envergadura de 2 metros 67 centímetros y su peso alcanzaba los 120 kilos. Casi la ballena de Jonás.
La intempestiva noticia despertó en mí ánimo una curiosidad morbosamente obscena por saber algo de este monstruo: dónde habitaba, qué comía, cuáles eran su tamaño y su peso, si era peligroso para el ser humano… No lo niego. Y me puse manos a la obra. Os dejo un resumen de lo leído.
El siluro europeo (en América del Sur hay otras especies) es un pez de agua dulce de la familia de los SIluridae (Silurus glanis), y es el pez más grande de agua dulce de toda Europa. Su cabeza es grande, pero aplanada, con seis barbillones bucales, y su cuerpo es alargado y comprimido en la parte posterior. Aunque es un pez, carece de escamas y tiene la piel recubierta de viscosa mucosidad.
Es habitual de Centro Europa, sobre todo de la cuenca del Danubio, pero en los últimos 50 años ha logrado extenderse por medio mundo. En España fue introducido (irresponsablemente) en los años 70, principalmente en la zona del Embalse de Mequinenza, en la provincia de Zaragoza, comunidad que registra el mayor número de ejemplares.
El siluro es tremendamente voraz y agresivo. En las primeras fases de su desarrollo solo se alimenta del plancton, pero en su fase adulta consume peces y anfibios en grandes cantidades, come también aves acuáticas y otros mamíferos de tamaño pequeño. Puede sobrepasar los 30 años de edad, y, a pesar de esta manifiesta voracidad y agresividad con peces y animales, el siluro no supone peligro alguno para el ser humano.
En España está catalogado dentro de las especies exóticas invasoras que regula el Real Decreto 630/2013, de 2 de agosto.
Este relato me da pie a pensar la manera que tendrá de interpretarlo cada lector. La primera vez que lo leí, me vino a la cabeza "El viejo y el mar" de Hemingway, lo que parecía que me había ido por otra idea distinta a la intención del relato. Pero cuando comprobé los dos comentarios primeros que se habían hecho, me di cuenta que no estaba tan lejos de la interpretación que me había producido.
ResponderEliminarEs evidente que los dos comentarios eran validos, y desde luego la testarudez podía ser el intento o fruto de la superación a través de la la perseverancia, da igual que lo mueva el espíritu de sobrepasar una marca en comparación con alguna otra, que por el espíritu de no ceder en el intento.
Es curioso que en ambos relatos existan 2 personas cercanas a los protagonistas que en esa superación se quedan solos, y esa individualidad es la grandeza de su proeza.
En "El viejo y el mar" es Manolín el muchacho que no puede ayudar porque su padre desautoriza al viejo con la frase, "el viejo estaba definitiva y rematadamente "salao", lo cual era la peor forma de la mala suerte"; y en este relato es Roberto, su acompañante, el que asegura que no le ayudará en su intento.
Recuerdo que en aquellos primeros años, cuando leí "El viejo y el mar", había una frase que circulaba para definir esta novela corta, "el hombre puede ser vencido pero nunca derrotado", cuya finalidad implicaba la destrucción total, y el no entregarse nunca.
Yo veo en este relato algo parecido, cuya razón de ser está en su perseverancia, "volveré a por él, volveré, juro que volveré".
Antonio con tan breves palabras, me ha recordado una obra maestra.