El templo griego
Antonio García Velasco
Excavar en aquel monte y descubrir las
ruinas de un próstilo fue, en principio, un verdadero acontecimiento. Quiso
celebrarlo con los amigos, pero alguien le dijo que pregonar o declarar el
hallazgo supondría poner aquella tierra a disposición de la administración que,
posiblemente, expropiaría.
—Pero si no lo declaras, las consecuencias pueden ser peores
—le advirtieron también.
Devino de un hombre tranquilo, estudioso,
arqueólogo aficionado a persona marcada, agobiada, apesadumbrada por la
carga de un dilema.
Optó, al fin, por declarar su
descubrimiento, alegándose que podría ser una contribución a la cultura, a la
arqueología, a la historia.
La administración, local, regional,
estatal, “no estaba en aquellos tiempos por la labor de invertir en zarandajas
culturales. Había crisis y pronto tendrían que centrar esfuerzos en las
elecciones. Paciencia en la espera de tiempos mejores”, le dijeron.
Por su cuenta y riesgo ha reconstruido el
templo griego y ha invertido dinero y tiempo en convertirlo en atracción
turística,
El
Ayuntamiento de la localidad está interesado en promocionar la visita al lugar
de la reconstrucción, anima la promoción de bares y restaurantes y elogia el
esfuerzo realizado como un modo de contribuir a la prosperidad de la zona.
La administración del estado no puede dar nada porque nada le pertenece. Lo que tiene a su disposición son leyes y cargos (muchos de ellos, leguleyos) para, en nombre del bien común y no del propio, tomar decisiones que afectan al erario público. Los vaivenes del oportunismo hacen difundir y optar por lo "políticamente correcto" tan en boga. Y, esa moda, ¿quién la promociona y a quiénes deja, inmaculados, en primer término de la foto? No se trata de aparentar. No se trata de escoger la vestimenta adecuada para la ocasión pertinente. No se trata de conservar el sillón a cambio de rebajar sensiblemente el nivel de dignidad. La cuestión se dirime en la criba natural: la gerencia de los recursos debe pasar por unos mecanismo que deriven a manos de contrastada valía y honestidad. Tales cernidos, si hubiese voluntad de aplicarlos, haberlos, haylos.
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