domingo, 20 de junio de 2021

065 Microcuento LAS GRULLAS DE AIKO ARATA

 

Las grullas de Aiko Arata

Antonio García Velasco

 

Una oleada de grullas cruzó el cielo con su típico gruir. Esta visión le hizo recordar a Aiko Arata que él, siguiendo la tradición de sus ancestros, había puesto en el logo de su empresa japonesa una grulla, símbolo de prudencia y vigilancia permanente; símbolo de matrimonio duradero, porque las grullas se emparejan hasta la muerte; símbolo de un guía maduro y experimentado. Pero la crisis y sus “brillantes" ideas innovadoras habían hundido su firma, heredada de sus padres, y, por otra parte, aunque su nombre significaba “hijo del amor”, ni había tenido hijos ni había triunfado en las relaciones sentimentales, pues, las desavenencias personales con su esposa los llevaron al divorcio. Sus gritos de grulla enferma no consiguieron apagar los fuegos de su fracaso.

En la huida, con sus escasos caudales, llegó a un país extranjero. Trabajó en lo que le iba surgiendo y ahorraba con privaciones constantes. Pudo montar un pequeño bazar donde vendía productos chinos y, a la vez, estudiaba idiomas...

Como vecina de su modesto piso alquilado, tenía una hermosa joven de origen eslavo que había conseguido escapar de la esclavitud de un proxeneta sin escrúpulos. Simpatizaron Aiko y Waleska hasta el punto de que convinieron en vivir juntos y ahorrarse un alquiler. De aquella convivencia les nació el amor y el cierre a los malos recuerdos del pasado.

Cuando la vida comenzaba a sonreírles, Waleska fue descubierta por quien había sido su explotador. Un día que ella estaba en el bazar con Arata, llegó la venganza en forma de disparos de una pistola que acabó con la vida de los dos enamorados.

Cuando fueron descubiertos los cadáveres, el hombre conservaba en la mano el arma y la muerte de ella fue contabilizada por los medios como una nueva víctima de violencia machista.

 

4 comentarios:

  1. Como la vida misma. Gracias Antonio. Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Abruma, con ascendente contundencia, en las comunidades de países avanzados, el monopolio de la visibilidad. Entre hechos semejantes, a unos se les veta (sorteándolos con una discreta nota cuajada de connotaciones irrelevantes) y a otros se dirige un foco constante con derroche tecnológico. Todos los excesos, y más que ningunos, los repentinos, exhalan una malhadada imprudencia. En la era de la eclosión volcánica de todo tipo de relaciones informativas vertiginosas, no pueden faltar los gases tóxicos y los ríos de lava candente en forma de capcioso cielo en el objetivo y camino allanado para que discurran a su través, los unos y la otra. El objetivo: derivar las corrientes de opinión, incluyendo odio y adhesiones inquebrantables al suceso de turno escogido por quienes detectan y ostentan el susurro de mando. Los humanos necesitamos sobreponernos a la inmediatez con que hechos aislados espolean nuestros instintos básicos; volver a la calma de rumiar los aconteceres; conducir la tesis y la antítesis en nuestra propia síntesis a través del conocimiento entrelazado con la prudencia. Nuestra libertad está en juego. No dejemos que otros, quienes sean, la conviertan en un juego del que seamos una ficha. La sinrazón carece de referencias axiales. La bondad es la razón de nuestro eje referencial. No dejemos que nos roben los genes del pensamiento. El sol del alma como el alma del sol tienen como único dueño al cada persona irrepetible. O agrandamos el humanismo u empequeñecemos el futuro de la sabiduría de nuestros ancestros y la de los propios descendiente. Salgamos del bullicio y elijamos desde el imprescindible silencio.

    ResponderEliminar
  3. Abrir caminos de ilusión y desengañarnos forma parte del género humano.
    Relata el autor al inicio del cuento una visión reposada, tranquilizadora y de ilusión conseguida en el mundo de las grullas. Se simplifica la visión con la prudencia, la vigilancia, las relaciones (o amores) duraderas, unidas hasta la muerte.
    Pero cuando se adentra en el mundo de los humanos, se topa con la crisis, con amores destrozados, sin descendencias y divorcios, o sea, enfoca la vida de forma contraria.
    El carácter negro de nuestro hacer en la vida, se basa en que parece que la ilusión se alcanza en determinados momentos con la pareja feliz, pero nos aboca nuestra compleja naturaleza a destrozarnos. Y si no eres tú quien lo provoca, son las situaciones extremas que nos invaden las que lo producen.
    No sólo te matan de un tiro cuando has alcanzado la felicidad, sino que te señalan para siempre con la mentira del hombre machista desquiciado.
    Negra visión de nuestro mundo, pero que nos hace recapacitar sobre la condición y las relaciones humanas.

    ResponderEliminar