La
greda de la calle
Antonio García Velasco
En aquellos años, las calles no estaban
asfaltadas, salvo la que coincidía con la carretera nacional, que atravesaba
todo el pueblo. En la calle La Laguna, a la mitad, más o menos, al inicio de la
cuesta, existía un rodal de greda que, cuando llovía, quedaba reblandecida y
los niños la aprovechaban para jugar al jincote y hacer figuritas de barro:
animales, flores, muñecos, incluso soldados para formar pequeños ejércitos que,
cuando se secaban al sol, llevaban a la guerra que, siempre jugando,
organizaban.
En los tiempos actuales existe la
plastilina, con la que los escolares moldean sus pequeñas esculturas. En el
pueblo no se encontraba este producto en los años cincuenta del siglo veinte,
pese a que fue inventada en el año 1880 por el dueño de una farmacia de Múnich.
La dio a conocer siete años después con intención de comercializar su invento.
Al pueblo, sin embargo, llegaría en décadas muy posteriores.
Cuando el rodal de greda se secaba, pasaba
la moda de moldear figuras y se guardaban las finas barras de hierro que daban
nombre al juego del jincote. Hasta las siguientes lluvias.
Menos los niños en sus juegos, los vecinos
evitaban pasar por la zona gredosa, por temor a resbalar. Una mañana de marzo,
apoyado en su báculo, caminaba Diego Porras, ya de avanzada edad. Su paso
descuidado había olvidado el peligro y, al cruzar sobre el gredal, todavía húmedo,
resbaló con tan mala suerte que en la caída se rompió una pierna. Acudieron los
vecinos a socorrerlo y lo llevaron al médico, que le entablilló la extremidad y
le mandó reposo.
Como nada mejor tenía que hacer, se
entretenía en la elaboración de soga de esparto. Por medio de su nieto Adolfo,
extendió una invitación para que los niños le proporcionaran la materia prima
para el trenzado. Iban al monte próximo a cortarlo. A cambio les contaba
historias y les cantaba canciones inventadas por él:
No
cruces tú por la greda
que
te puedes resbalar
y,
al resbalón, una pierna
inútil
se quedará.
A
lo menos, por un tiempo
más
largo que día sin pan.
Te
lo digo con ejemplo
de
clara inmovilidad,
que
en la casa con reposo
me
tienes sin más ni más.
No
cruces tú por la greda
que
te puedes resbalar.
Pasado el tiempo de la prescripción médica,
Diego reanudó sus caminatas apoyado en el bastón y evitando el lugar de su
caída. Los niños continuaron jugando en el rodal de greda, aunque aprendieron
la canción que ha llegado hasta nuestro tiempo, cuando ya la calle está
asfaltada y llena de coches aparcados, alternativamente, junto a la acera
izquierda o junto a la derecha, según el mes.
Apostar por juegos adheridos al medio ambiente y a la imaginación; servir, a manos hábiles, un determinado material para fabricar utensilios a cambio de escuchar una historia; crear canciones o poemas engarzados a lecciones de vida aprendidas en la experiencia... Todo eso necesita la educación de hoy en día. Los productos manufacturados y tan fáciles de conseguir como de desechar no tienen la consistencia de los que le precedieron. A consistencia valorativa, me refiero; a consistencia en el esfuerzo, me refiero; a consistencia no sólo en entenderse sino en crearse a uno mismo, me refiero. ¿En quién calarán estas referencias hechas antes por tantos observadores de nuestro tiempo coherentes con el sentido común? El futuro necesita un perfil de ser humano que mire desde la copa del árbol siendo consciente de las raíces que lo sostienen.
ResponderEliminarMe llena de contento que este cuento te haya servido para las conclusiones expuestas: las comparto. Gracias.
ResponderEliminarGracias a ti. Tu creatividad es la que espolea las premisas que de ella emanan. Así resulta fácil llegar a ámbitos de encuentro humanístico.
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