Vanesa y el poder totalitario
Antonio García Velasco
Vanesa
estaba convencida de que la tentación del poder podría ser superior a la del
dinero, quizás porque el poder da dinero, hace adueñarse de dinero, manipular
dinero. Cuando se hablaba del erotismo del poder, ella pensaba solamente en que
también el poder facilita los placeres de Eros. Muchos monarcas han dado ejemplo
de ello, muchos poderosos se habían beneficiado de su posición para conseguir
el favor de las mujeres más deseables. A ella la había tentado un poderoso. Se
negó en rotundo a esa forma de prostitución y, acaso en el fuego de la rabia,
escribió los siguientes versos:
A
ti que buscas poder totalitario
Es un
perverso afán ese deseo
de
poderoso ser. ¿Te mueve a extremos
esa
locura ciega y testaruda
que ni
reparas en las consecuencias?
¿Nos
quieres mal a todos y a ti mismo
te
quieres bien y por encima tanto?
¿A qué
intereses sirven tus poderes?
¿A qué
sombrajos quieres reducirnos?
¿Es tu
querer que estemos sometidos
a tu
exclusiva voluntad suprema?
Nos
vas limando los dineros nuestros,
nos
vas marcando los caminos fijos,
nos
vas sembrando las consignas tuyas...
¿Cuándo
será que tu ambición se pare?
Bastante
tiempo estuvo temiendo publicar su soneto de verso blancos. A veces, al
releerlo, se le iluminaban los colores de la indignación. Otras, la niebla de
la duda o los sombríos bocados del temor. Por fin, los lanzó al viento del
desafío por todos los medios a su alcance. Una semana después de que sus
palabras comenzaran a dejar huella en los corazones de sus lectores, cuando
llegó a su trabajo, recibió una carta de despido y la comunicación del
finiquito: despido improcedente, rezaba la carta y en las explicaciones del
empresario: “¿Tú crees que si realmente fuese competente en su trabajo iba a
despedirla con una justa indemnización, según tiempo trabajado? Para quitármela
de encima la he despedido así, sin discusiones. ¡Menuda pájara, que Dios me libre de las aguas
mansas!”
Estamos inmersos en un mundo de intereses. Todo se entrelaza; el pensamiento propio no puede ir en contra de don dinero; no, sin castigo.
ResponderEliminarSer honesto en un mundo de practicidades interesadas, a veces, demasiadas veces, se paga caro. Se arriesga uno a la marginalidad. El único consuelo es considerarse digno de uno mismo; eso queda en los adentros; trasciende sólo a espíritus sensibles; eso significa comprensión; no implica solidaridad concreta.