El desempleado
Antonio
García Velasco
El
periódico habla de mí. De mi desgracia, quiero decir. De mi desazón. O de mi
esperanza. Anuncia el titular que para las cien plazas de empleo municipal se
han presentado cinco mil seiscientas solicitudes y una es la mía. Unamuno habla
de intrahistoria para referirse a quienes nunca figuran en la historia. Soy el
intrahistórico por antonomasia, porque seguro que la bolsa en la que he entrado
se rompe con mi peso, digo con mi mala suerte y ni siquiera me cuentan en la historia
del empleo municipal. He dicho mi peso, pero mi peso se va perdiendo poco a
poco porque con tanta crisis, con tanto virus, con tantos estragos de la
pandemia apenas si como, tan sólo cuando alguna vez paso por los comedores
sociales o visito a mi madre, viuda, pensionista, apurada siempre y siempre
dispuesta a cuidar de su hijo, el único, el desgraciado hijo… vaya, se me ha
escapado la palabra, la despreciable palabra: "Estudia que no seas un
desgraciado", me decía mi padre. También él murió en la desgracia. Pero yo
le había hecho caso y había estudiado. De nada me ha servido. A lo mejor es que
tenía que haber estudiado otra cosa. Nunca se sabe. Me gustaría que la bolsa en
la que figura mi nombre no se rompiera y me permitan trabajar, o sea, salir del
apuro. A veces he tomado la zampoña que me dejó mi abuelo, el pastor. Él mismo
me enseñó a tocarla. Hice el intento de situarme en la calle, poner el
plantillo y esperar que mi melodía sacudiera unas monedas del bolsillo de los
transeúntes. Los únicos dineros que recibí aquel primer día tuvieron el puñal
de una humillación: fueron los de mi ex. Recuerdo que estuvimos muy enamorados.
Pero el paro nos complicó la vida y la relación. Nos separamos. Ella está
trabajando. Menos mal. Para ella, claro. Al día siguiente, tocando mi rústico y
pastoril instrumento estaba, cuando me apartaron del lugar, me pegaron y amenazaron
pretextando que ese sitio de la acera estaba asignado a otro pedigüeño. ¿Cómo
es posible, cómo? En aquel momento, ni la prensa se hizo eco de la paliza. Hoy,
sí habla de mí el periódico, yo soy una de las cinco mil seiscientas personas
que ha solicitado empleo en el Ayuntamiento. A lo mejor cambia mi suerte y mi
peso, ya mermado, no rompe la bolsa.