Falla la pulsera
Antonio García Velasco
Ahora se plantean si es timo o milagro el asunto ese de llevar una pulserita de plástico o silicona con hologramas. Desde el Gobierno se intentan poner pulseritas y más pulseritas que, si no curan realmente, al menos se espera que tengan un efecto placebo en esta sociedad nuestra de cada día.
La pulsera que lleva puesta la muñeca del Gobierno despide hologramas de todos los colorines posibles, pero raramente consiguen el milagro de deslumbrar a todo el personal. Mucho menos nos hace dormir mejor, nos equilibra –y menos la balanza de pagos-, nos mitiga el malestar del vértigo que producen casi cinco millones de parados, o hace que disminuyan nuestro dolores musculares. Los hechos nos hacen pensar en el fiasco de las pulseras con las que el Gobiernos trata de mejorar nuestra salud: ni la memoria histórica con su mapa de fosas de la guerra y postguerra civil, ni las manifestaciones pro superjuez juzgado por presuntas corruptelas o atribuciones que no le correspondían, ni los Gürtel de la oposición o del propio partido, ni el echarle la culpa al otro o a la situación internacional… nada, los hologramas de la pulserita no funcionan como se esperaba.
Naturalmente la pulsera tiene sus partidarios, se la ponen y ni para dormir se la quitan, ni siguiera para presidir consejos de consejeros.
Facua considera que la publicidad de la empresa que vende la pulsera es engañosa y vulnera un real decreto de 1996 sobre promoción comercial de productos con pretendida finalidad sanitaria. Pero el Gobierno sigue empañado en deslumbrarnos con su holografía y que todos experimentemos el efecto benefactor de una economía que oficialmente crece y realmente produce cada vez mayores dolores familiares. Los que no tenemos la pulsera vamos a tener que adquirirla para contagiarnos del optimismo oficial, para verlo todo con la sonrisa del que vive en el limbo mientras el mismo paraíso se va deteriorando, porque el ángel de la espada hace tiempo que arrojó a las tinieblas exteriores a los habitantes del supuesto edén.
Decían en mi pueblo que aquel que se enamora de la mujer del teatro, es como quien tiene hambre y le dan bicarbonato. Colocarse la pulsera y pensar que todo va bien encaminado es tomar bicarbonato cuando lo que realmente necesitamos es empleo para las 4.612.700 personas en paro.
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