En el proscenio siempre
Antonio García Velasco
Hiciese lo que hiciese, al conseguir una meta, al
fracasar en un proyecto, en cualquier proceso, su estribillo era:
Aunque siempre en el proscenio
quiero vivirme la vida.
No había terminado una ilusión cuando ya
proyectaba el siguiente empeño. Cuando iba a leer la tesis doctoral, le
dijeron: "Una vez que termines, te puede sobrevenir una depresión".
En su interior pensó: "Tras un proyecto viene otro proyecto y no ha lugar
una bajada de tono".
-Nadie está exento de caer en depresiones.
-Sí, bien. Estaré prevenido.
Cuando uno acaba de leer una novela interesante
siente durante breve tiempo la nostalgia de los momentos gratos que ha pasado
leyéndola. Pero pronto llega la reedificación de un nuevo interés por otro
libro que espera la lectura. Lo mismo ocurre con los proyectos.
Después de conseguir el doctorado, tras la larga
dedicación que ello supone, vino el contrato para trabajar en una universidad
norteamericana. Experimentó la gran ilusión de sentir la recompensa a sus
esfuerzos. Marchó al país extranjero. Se adaptó a la nueva vida. Conoció otras
gentes y otra mentalidad. Se sentía satisfecho.
Aunque siempre en el proscenio
quiero vivirme la vida.
A vivirse la vida quedó reinvitado cuando se
enamoró de Adeline y ella le correspondió.
Nunca se sabe cuando pasamos del proscenio al
centro del escenario. Pero no importa, lo que procede es sentir que siempre se
está en un proceso, que nunca hemos de considerar que la meta vital está
alcanzada. Ello supondría la paralización. Llegar es, simplemente, comenzar de
nuevo desde un nuevo punto. Pero la meta de Adeline era, simplemente, crear un
hogar y lo sintió creado cuando nació el primer hijo.
-Es un modo de sentir, Adeline. La vida
recomienza cada instante y, ahora, con la atención a esta linda e indefensa
criatura que hemos de criar y educar.
-Tendremos más hijos.
Aunque siempre en el proscenio
quiero vivirme la vida.
Los hijos suponen ocupar el escenario por
completo, no quedarse en la parte anterior, como con miedo a participar en la
escena central de la representación.
-No es la vida ninguna representación -puntualizó
Adeline.
-Estamos hablando metafóricamente.
-Sí, cierto, las metáforas explican, ofrecen
puntos de vista y percepción novedosos. Pero no acabo de entender tu
estribillo.
-Quiero decir que siempre hemos de estar inmersos
en proyectos de vida.
-Como la crianza y educación de nuestros hijos.
-Ok -dijo.
Pero su pensamiento seguía también en otros planes, en proyectos que no lo limitasen a la atención debida a esposa e hijos.
Muchos años después, recibió el Premio Nobel de
Física por sus contribuciones al desarrollo de la mecánica cuántica y aún
continuó diciendo:
Aunque siempre en el proscenio
quiero vivirme la vida.
Reforzada por el paso del tiempo, nos resulta imposible desprendernos de un trio vital: el cuerpo, la mente y el alma. Caminan juntos desde el principio hasta el fin. ¡Cuán contraproducente es que no evolucionen en concordancia! ¡Qué difícil mantener el paso al mismo ritmo! ¡Cuántos obstáculos, desde su escondrijo, nos arroja el egocentrismo! Quien ve con claridad que para avanzar la trinidad antes citada necesita cohesionarse constantemente, vislumbra el valor colectivo de todas las partes del cuerpo social participando activamente como célula que reconoce su función.
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