Mostrando entradas con la etiqueta depresión. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta depresión. Mostrar todas las entradas

jueves, 17 de mayo de 2018

71 En el proscenio siempre


En el proscenio siempre

Antonio García Velasco



Hiciese lo que hiciese, al conseguir una meta, al fracasar en un proyecto, en cualquier proceso, su estribillo era:



Aunque siempre en el proscenio

quiero vivirme la vida.



No había terminado una ilusión cuando ya proyectaba el siguiente empeño. Cuando iba a leer la tesis doctoral, le dijeron: "Una vez que termines, te puede sobrevenir una depresión". En su interior pensó: "Tras un proyecto viene otro proyecto y no ha lugar una bajada de tono".

-Nadie está exento de caer en depresiones.

-Sí, bien. Estaré prevenido.



Cuando uno acaba de leer una novela interesante siente durante breve tiempo la nostalgia de los momentos gratos que ha pasado leyéndola. Pero pronto llega la reedificación de un nuevo interés por otro libro que espera la lectura. Lo mismo ocurre con los proyectos.



Después de conseguir el doctorado, tras la larga dedicación que ello supone, vino el contrato para trabajar en una universidad norteamericana. Experimentó la gran ilusión de sentir la recompensa a sus esfuerzos. Marchó al país extranjero. Se adaptó a la nueva vida. Conoció otras gentes y otra mentalidad. Se sentía satisfecho.



Aunque siempre en el proscenio

quiero vivirme la vida.



A vivirse la vida quedó reinvitado cuando se enamoró de Adeline y ella le correspondió.



Nunca se sabe cuando pasamos del proscenio al centro del escenario. Pero no importa, lo que procede es sentir que siempre se está en un proceso, que nunca hemos de considerar que la meta vital está alcanzada. Ello supondría la paralización. Llegar es, simplemente, comenzar de nuevo desde un nuevo punto. Pero la meta de Adeline era, simplemente, crear un hogar y lo sintió creado cuando nació el primer hijo.



-Es un modo de sentir, Adeline. La vida recomienza cada instante y, ahora, con la atención a esta linda e indefensa criatura que hemos de criar y educar.

-Tendremos más hijos.



Aunque siempre en el proscenio

quiero vivirme la vida.



Los hijos suponen ocupar el escenario por completo, no quedarse en la parte anterior, como con miedo a participar en la escena central de la representación.

-No es la vida ninguna representación -puntualizó Adeline.

-Estamos hablando metafóricamente.

-Sí, cierto, las metáforas explican, ofrecen puntos de vista y percepción novedosos. Pero no acabo de entender tu estribillo.

-Quiero decir que siempre hemos de estar inmersos en proyectos de vida.

-Como la crianza y educación de nuestros hijos.

-Ok -dijo.



Pero su pensamiento seguía también en otros planes, en proyectos que no lo limitasen a la atención debida a esposa e hijos.



Muchos años después, recibió el Premio Nobel de Física por sus contribuciones al desarrollo de la mecánica cuántica y aún continuó diciendo:



Aunque siempre en el proscenio

quiero vivirme la vida.


miércoles, 28 de diciembre de 2011

Un cuento de Navidad

El cuento de la Navidad de 2011
Antonio García Velasco

Se cruzó de brazos y decidió no comprar nada, ni siquiera comida, para estos días festivos en los que se celebra el solsticio de invierno con una fiesta pagana que va más allá de la originaria que el cristianismo absorbió con la idea del nacimiento del hijo de Dios.

Han comenzado los días a alargar sus horas de luz y a acortar sus horas de tinieblas. Pero la lucha sigue entre los dos principios básicos que rigen la vida, el bien y el mal. Ignora qué es el bien, qué es el mal. Se ha sentado a esperar, como decía Manuel Machado, a “que la vida se tome la pena de matarlo ya que él no se toma la pena de vivir”, obnubilado por las luces de las calles, el reclamo de los comercios y una crisis galopante que muerde como la mala bestia. Y lo ha llenado de deudas.

La justicia divina se pierde en caminos inescrutables y la humana se tambalea según la presión del que defiende, el silencio o ignorancia de quien acusa o la conveniencia de las instancias político-económicas. “De verdad, de verdad, repite, que no pienso moverme de la silla, cruzado de brazos, por mucho que me insistáis”.

No está indignado. No se siente ni irritado, ni enfadado vehementemente contra nadie, contra ninguna decisión política, contra ningún mandamiento humano o divino. Está sólo decidido a permanecer de brazos cruzados hasta que alguien le explique para qué, por qué esta fiesta-crisis de gulas, desenfrenos y borracheras, disfrazada de celebración religiosa. O, quizás, espera a que pase de largo, olvidada en el comienzo de un nuevo año que también se espera muy difícil.

Si lo invitamos a comer, niega con la cabeza, apretando la boca. Decidimos, pues, consultar al especialista, neurólogo, psiquiatra. El diagnóstico es “depresión”, pero estamos convencidos de que su estado responde a causas mucho más profundas, mucho más inexplicables. Por eso no insistimos cuando se niega a tomar las pastillas recetadas, cuando mueve la cabeza ante la taza de sopa o leche caliente.

Pero, de cualquier forma, nos tiene desconcertados, preocupados, expectantes ante las medidas económicas que tomará para salir de la crisis y pagar las deudas que nos sobrevinieron sin comerlas ni beberlas. Por eso, tal vez, reniega de las fiestas y se consume sentado en la silla, cruzado de brazos. O, a lo mejor, sabe lo que todos nosotros ignoramos.