La subprefectura
Antonio García Velasco
Ella, en principio, quería ocupar la
subprefectura. Pero no le gustaba el título de subprefecta. Consideraba un
honor el puesto. Pero le resultaba insufrible tal palabra. Tampoco le gustaba prefecta.
Conocía que "prefecto" era nombre que procedía de los antiguos
romanos y ninguna mujer ostentó tal cargo, pues los nombramientos solían
hacerse entre los militares. Por instantes se detenía a pensar que un término
que disguste no puede detener las personales aspiraciones y, por otra parte,
una vez obtenida la responsabilidad, podría gestionar la reforma de la
denominación. Méritos suficientes poseía para ser nombrada subprefecta. Pero su
rival era un hombre. Cuando le dieron el cargo a éste, se dijo:
-Bueno, el nombre de subprefecto es feo y
más en femenino. Ya habrá tiempo de conseguirlo cuando se llame de otra manera.
-¿No se te ocurre pensar en la
discriminación de la mujer? -le preguntaron. Yo, en tu caso, pondría una
demanda, pues tienes, objetivamente, más méritos que él.
-Es un nombre demasiado feo y no me
gustaría llamarme subprefecta.
No hay palabras feas ni bonitas. Hay sonidos más melódicos que otros e ignorancias lingüísticas que chirrían al oído de los lectores habituales y a los criterios de sentido común. Como común es el género tan denostado por la citada ignorancia o el prurito del protagonismo exacerbado.
ResponderEliminarEn todo caso, tirar la toalla constituye la peor opción. Quienes en el Congreso de los Diputados se dirigían a la anterior presidente como "presidenta". ¿Tendrán los mismos arrestos para llamar "presidento" cuando sea un hombre quien presida la Cámara? Lo último, y mucho peor, es que la Real Academia Española de la Lengua ceda a presiones arbitrario, seguramente basadas en contentar a grupos sectarios con poder efímero pero actual.