La
vendedora tradicional
Antonio
García Velasco
Su
tarja no sólo le servía para marcar lo que vendía fiado a sus clientes. También
le servía de escudo protector, pues, si alguien entraba en la tienda con
aviesas intenciones, no dudaba en levantar el palo de los apuntes de su soporte
y amenazar con emplearlo como azote. Para ella, aquel escudo era tan valioso
que ni siquiera lo cambió por el moderno equipo informático que sus hijos
trataron de instalarle con una aplicación apropiada, intuitiva y eficaz.
-Estoy
ya vieja para semejantes modernuras -afirmó con rotundidad.
-Mamá,
sólo una minoría como tú se resiste al progreso.
-Aquí
en el pueblo, no es necesaria tanta pamplina moderna. Yo conozco muy bien a
cada uno de mis clientes, mujeres u hombres.
-Los
representantes llegan todos con sus tabletas y te enseñan las fotos de los
productos que venden.
-Antes
venían con un cuaderno de fotos o con listados de todo lo que ya se conocía. Y
vendían lo que me era necesario comprar, ni más ni menos. Que vengan ahora con
esos chismes electrónicos que llamáis tabletas, no añade nada a lo que nos
interesa: a ellos vender, a mí, comprar para vender después.
Los
hijos cedieron en su empeño y ella continuó cuidado su negocio como ya lo
hiciera su madre y la madre de su madre y la madre de la madre de su madre:
apuntando lo fiado en una tarja y tachando la marca cuando el cliente pagaba.
La tarja... Historia que solo se resiste en los más viejos y que ha de ser respetada por los tiempos.
ResponderEliminarBuen y entretenido relato.
Indudablemente algunas tradiciones deberían prevalecer. Continuarlas por lazos de sangre ennoblece. Actualmente nos dejamos seducir demasiado por los espejismos de los cambios sociales exteriores. Lo que la iglesia católica llama pecados capitales siguen siendo siete. Los mismos siete de siempre. La tarja es un apunte con cierto soporte memorioso. ¿En qué se distinguen, de fondo, el listado informático de una compra a plazos de la libreta de cuentas de la dita? Eso sí: el respeto a la modernidad apeada de esnobismo hay que respetarla tanto como las tradiciones que valga, por ética o estética, sostener.
ResponderEliminarGracias, Antonio. Gracias, Juan. Siempre es bueno celebrar y respetar las tradiciones. Acaso, hoy, ni se sepa qué es la tarja.
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