lunes, 23 de septiembre de 2019

013 Microcuento La joven del piercing


La joven del piercing

Antonio García Velasco



Era hermosa en extremo, pese a los dos mocos de plata que aparecían por sus fosas nasales.

-No son mocos, son piercings -aclaró su compañera acercándose al oído del observador, viajero, como ellas, en el ave de regreso.

Éste no replicó y continuó mirando a la joven de los bastoncillos argénteos que asomaban por la nariz: su cara sonrosada, de piel tersa y blanca, ojos grandes, claros, con pestañas largas que oscilaban como cañaverales mecidos por el viento... Estaba prendado, mas con todo exclamó:

-¡Lástima que los mocos le estropeen su porte de modelo!

-No son mocos, son piercings.

La joven permanecía insensibilizada, como afectada por un elemento patógeno que la hubiese enajenado.

Al llegar a su destino, bajando del vagón, la hermosa de los bastoncillos nasales le dijo al observador de su persona como recobrando el pulso:

-Usted debe ser un carca con ideas licuefactas...

-Y tú, una joven hortera y sin seso que sólo sabe seguir las modas que le imponen. ¡Lástima de hermosura estropeada por mocarreras de plata! -y no quiso saber ni oír más, pues se alejó con rapidez, confundiéndose entre los viajeros que ocupaban el andén. Como si huyera.



Meses después, él se acercó a solicitar empleo u orientación en el organismo oficial.

-¿Qué desea?

Pero él se había quedado mudo al reconocer los bastoncillos de la nariz.

-Si no me cuenta su caso, no podré ayudarlo -insistió ella.

Pero el usuario, como si huyera, se alejaba con rapidez.

Ella, con aparente insensibilidad, exclamó: "¡El siguiente!"



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