martes, 28 de julio de 2020

0030 Microcuento Sara Quijano, correctora de estilo

Sara Quijano, correctora de estilo

Antonio García Velasco

 

Sara Quijano Benavente se ha marchado de la ciudad por causas que no vienen al caso relatar. Aunque aislada y sin querer saber nada de su vida precedente, sigue atenta a lo que publican sus amigos en las redes sociales. Una lectura le hizo escribir los siguientes versos:

 

Consejos a un amigo que publicó un poema

 

Que paticojos, desmedidos salgan

versos de algún poema de un amigo,

la sensación produce de un pinchazo

con las espinas de una bella rosa.

 

La rosa cae, su belleza mancha

de tinta roja o sangre cuanto dice.

Trabaja más, te ruego tus renglones,

márcale acentos, ritmos, cuida voces,

 

talla palabras, cambia si es preciso.

Que cada verso sea voz compacta

con los restantes versos del poema.

 

Que no disuene un gallo, nota o voz,

que en prosa no derive raya alguna.

Que improvisar no sea tu consigna.

 

Pero no quedaron ahí sus licencias. Se permitió escribir una segunda versión de los versos que había leído. ¡Descarada!

OLIVO

Versión del autor amigo

 

Permanece el olivo oscuro,

verde y frondoso,

y su cuerpo parece seco

como madera avejentada,

pero es firme y poderoso,

lanzando su oro brillante

a la punta de sus ramas.

 

Versión segunda

El olivo permanece

oscuro, verde, frondoso,

Su cuerpo parece seco

como arrugada madera.

Pero es firme, poderoso,

y a la punta de sus ramas

le lanza brillantes oros.

 

¿Quién es Sara para enmendar la plana a alguien y, menos, a quien llama amigo?





1 comentario:

  1. Precisamente, a los hijos, a los primos, a los amigos... hay que enmendarles la plana en la que escriban renglones torcidos cuando hay alternativas de ponerlos derechos. Eso sí, completando un refrán al que suelen esquilmar medio cuerpo y, por tanto, siendo usurpado su contenido. "La letra con sangre entra, pero con cariño y amor se enseña mejor". Incluso si tenemos amplitud de miras y tomamos sangre como una metáfora de esfuerzo, tampoco resulta esta sentencia breve tan descabellada como los nuevos gurús de la enseñanza la pintan.

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