Sara Quijano, correctora de estilo
Antonio García Velasco
Sara Quijano Benavente se ha marchado de
la ciudad por causas que no vienen al caso relatar. Aunque aislada y sin querer
saber nada de su vida precedente, sigue atenta a lo que publican sus amigos en
las redes sociales. Una lectura le hizo escribir los siguientes versos:
Consejos
a un amigo que publicó un poema
Que
paticojos, desmedidos salgan
versos de
algún poema de un amigo,
la
sensación produce de un pinchazo
con las
espinas de una bella rosa.
La rosa
cae, su belleza mancha
de tinta
roja o sangre cuanto dice.
Trabaja
más, te ruego tus renglones,
márcale
acentos, ritmos, cuida voces,
talla
palabras, cambia si es preciso.
Que cada
verso sea voz compacta
con los
restantes versos del poema.
Que no
disuene un gallo, nota o voz,
que en
prosa no derive raya alguna.
Que improvisar no sea tu
consigna.
Pero no quedaron ahí sus licencias. Se permitió escribir una
segunda versión de los versos que había leído. ¡Descarada!
OLIVO
Versión
del autor amigo
Permanece
el olivo oscuro,
verde y
frondoso,
y su
cuerpo parece seco
como
madera avejentada,
pero es
firme y poderoso,
lanzando
su oro brillante
a la
punta de sus ramas.
Versión
segunda
El olivo
permanece
oscuro,
verde, frondoso,
Su cuerpo
parece seco
como arrugada
madera.
Pero es
firme, poderoso,
y a la
punta de sus ramas
le lanza
brillantes oros.
¿Quién
es Sara para enmendar la plana a alguien y, menos, a quien llama amigo?
Precisamente, a los hijos, a los primos, a los amigos... hay que enmendarles la plana en la que escriban renglones torcidos cuando hay alternativas de ponerlos derechos. Eso sí, completando un refrán al que suelen esquilmar medio cuerpo y, por tanto, siendo usurpado su contenido. "La letra con sangre entra, pero con cariño y amor se enseña mejor". Incluso si tenemos amplitud de miras y tomamos sangre como una metáfora de esfuerzo, tampoco resulta esta sentencia breve tan descabellada como los nuevos gurús de la enseñanza la pintan.
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