Llantos
Antonio García
Velasco
De la prensa: El niño secuestrado en Italia fue asesinado a golpes
porque lloraba
La
policía encuentra el cadáver de Tommaso Onofri, de 17 meses
Roma 2 ABR 2006
Llanto por una
España que se deshace, que se atomiza, que se desintegra. Llanto por un mundo
que no encuentra el camino de la justicia distributiva y de la paz. Llanto por esta pandemia que nos azota, que nos asusta, que nos condiciona. Pero más
terrible y conmovedor sigue siendo el llanto de un niño.
Del mismo modo
que la sonrisa de un niño nos emociona, libera, purifica y salva, su llanto
resulta aterrador. Sobre todo, si persiste. Llega a ser trágico el llanto de un
niño. Mucho más si el niño está en manos de unos desalmados secuestradores que
sólo buscan dinero. Hace años, Italia y el mundo se conmovieron con el secuestro, llanto y
muerte de Tommaso Onofri. Sólo tenía año y medio y sufría epilepsia. Sus secuestradores,
dos albañiles que habían trabajado en la casa del pequeño, se habían provisto
de medicamentos para atenderlo, pero no contaron con su llanto. Lo mataron
porque lloraba. A las pocas horas de sacarlo de su casa. Hasta el Papa había
pedido por Tommaso. Hasta los políticos se habían conmovido y hecho
declaraciones. Hasta los estadios de fútbol se preocuparon. Más aún, por supuesto, la familia.
Y el niño, muerto poco después de las dos horas de haber sido secuestrado. Apareció
al mes, cerca de su casa. Muerto simplemente porque lloraba. ¡Con qué macabra
chapuza acabaron la obra los dos albañiles!
Las tragedias
colectivas y lejanas parecen resbalarnos como las gotas de lluvia por el
cristal del parabrisas. Los llantos de tantos niños hambrientos no son oídos.
Pero el llanto de un niño con nombre, con nacionalidad, con hogar conocido
–gracias a los medios- nos conmueve a todos, incluido el Papa, que clamó desde
la ventana de su palacio en
Tommaso Onofri, el caso de
Tommaso Onofri fue, es, un paradigma más de la locura de los seres humanos en
un mundo desquiciado y desquiciante.
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