jueves, 10 de septiembre de 2020

LLANTOS

 

Llantos

Antonio García Velasco

 

De la prensa: El niño secuestrado en Italia fue asesinado a golpes porque lloraba

La policía encuentra el cadáver de Tommaso Onofri, de 17 meses

Roma 2 ABR 2006

 

 

Llanto por una España que se deshace, que se atomiza, que se desintegra. Llanto por un mundo que no encuentra el camino de la justicia distributiva y de la paz. Llanto por esta pandemia que nos azota, que nos asusta, que nos condiciona. Pero más terrible y conmovedor sigue siendo el llanto de un niño.

Del mismo modo que la sonrisa de un niño nos emociona, libera, purifica y salva, su llanto resulta aterrador. Sobre todo, si persiste. Llega a ser trágico el llanto de un niño. Mucho más si el niño está en manos de unos desalmados secuestradores que sólo buscan dinero. Hace años, Italia y el mundo se conmovieron con el secuestro, llanto y muerte de Tommaso Onofri. Sólo tenía año y medio y sufría epilepsia. Sus secuestradores, dos albañiles que habían trabajado en la casa del pequeño, se habían provisto de medicamentos para atenderlo, pero no contaron con su llanto. Lo mataron porque lloraba. A las pocas horas de sacarlo de su casa. Hasta el Papa había pedido por Tommaso. Hasta los políticos se habían conmovido y hecho declaraciones. Hasta los estadios de fútbol se preocuparon. Más aún, por supuesto, la familia. Y el niño, muerto poco después de las dos horas de haber sido secuestrado. Apareció al mes, cerca de su casa. Muerto simplemente porque lloraba. ¡Con qué macabra chapuza acabaron la obra los dos albañiles!

Las tragedias colectivas y lejanas parecen resbalarnos como las gotas de lluvia por el cristal del parabrisas. Los llantos de tantos niños hambrientos no son oídos. Pero el llanto de un niño con nombre, con nacionalidad, con hogar conocido –gracias a los medios- nos conmueve a todos, incluido el Papa, que clamó desde la ventana de su palacio en la Plaza de San Pedro. Nos aterroriza. Más aún cuando su llanto le costó la vida. No pudieron sus secuestradores calmar su llanto, prever su llanto, consolar su llanto. Sólo pudieron acallarlo para siempre con golpes, con manazas estranguladoras, con violencia absurda e incomprensible.

Tommaso Onofri, el caso de Tommaso Onofri fue, es, un paradigma más de la locura de los seres humanos en un mundo desquiciado y desquiciante.

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