El Lengüilargo
Antonio García
Velasco
Tenía
la lengua larga en el doble sentido: el anatómico y el que corresponde a
deslenguado. Lengüilargo, pues, le venía como apropiada denominación.
De
la mujer del barbero comenzó a rumorear que el bebé que esperaba era de don
Genaro, el cura, pues, Joaquín, el peluquero tenía una vena de más allá que de
acá.
—¿Y
eso que quiere decir, Lengüilargo?
—Lo
dicho. Un día vi salir a don Genaro de casa de Filo, mientras Joaquín estaba en
su barbería. Más de una vez lo he visto rondando la calle y entrando en esa
casa. ¿Y no os habéis dado cuenta de que Joaquinito habla, pela y barbea con
demasiada delicadeza? Vamos que si no es marica, poco le falta.
—Te
pasas de la raya, Lengüilargo. Con las púas que suelta tu boca tendríamos para
alambrar la plaza.
—¿Y
para que queremos una plaza alambrada? Lo que tenemos que hacer es aclarar las
cosas y si el cura es un indeseable y Joaquín un mariquita, echarlos del
pueblo. Sin contemplaciones.
—¡Deslenguado!
Un
deslenguado de la peor calaña resultó el murmurador: Genaro era hermano de
Filo, la mujer de Joaquín y éste no solo tenía preñada a su señora sino también
a media docena de muchachas casaderas, del pueblo, de pueblos colindantes o de
los cortijos próximos. Su delicada palabrería, sus modales delicados resultaban siempre irresistibles para las mujeres y él era un mujeriego.