La duda del
líder
Antonio
García Velasco
Cuando leyó
aquello de Winston Churchill de que “la principal diferencia entre los humanos
y los animales es que los animales nunca permitirían que los lidere el más
estúpido de la manada”, él, que sólo era un tonto listo, un cínico ambicioso,
un cretino erguido y achulado, se anegó con la esperanza y los deseos de ser el
líder.
Supo
realizar, con promesas y compromisos, las alianzas necesarias y, subido en los
apoyos, llegó a dominar el rebaño. Nunca había ejercido de pastor ni de
cabrero, pero se aprovechó eficazmente de que los humanos no seamos tan sagaces
como los animales que viven agrupados.
Mas un día,
le entró la duda sobre si estaba allí en el pedestal del liderazgo por sí y
para sí o estaba sostenido por otros que lo utilizaban como hombre de paja ambiciosa
y forraje encharcado. “Si detrás de mí está el titiritero que, desde la
cruceta, maneja los hilos que condicionan el movimiento de mis manos…” Antes de
acabar de plantearse la duda de los sabios, las púas de la incertidumbre se le
clavaron en el cerebro, le pespuntearon el corazón y, de modo irremediable, le
causaron la muerte. Muchos del rebaño se sintieron huérfanos.