Mostrando entradas con la etiqueta papeles. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta papeles. Mostrar todas las entradas

lunes, 19 de diciembre de 2016

El informe delirante


El informe

Antonio García Velasco



Como no iba suficientemente abrigado temió coger un resfriado. Pero pensaba: "Allí me dio su pecho..." Continuó caminando. Cuando llegó a su casa, la encontró atrincherada tras la mesa rebosante de papeles: "Tengo mucho trabajo". "Aquello que me diste el otro día quiero", dijo guiñando el ojo. "Hoy tengo mucho trabajo", repitió la mujer. "Y me llaman por teléfono recordándome que mañana tiene que estar el informe terminado". "Es imposible leer esa masa ingente de papeluchos", argumentó él. "Son documentos muy valiosos", respondió ella. "¿Para quién son valiosos?" "Para la empresa, por supuesto". "Está prohibido traer el trabajo a casa". Y, con las mismas, arrojó los papeles al fuego de la chimenea. Ella comenzó a reír y así fue como, frente a las llamas, los dos entraron en calor. Él evitó el resfriado y tuvo aquello que me diste el otro día. Ella entregó un informe delirante y perdió el empleo.

viernes, 9 de diciembre de 2016

La frontera


La frontera de quien llegó antes
 Antonio García Velasco
Al llegar a la isla tras el hundimiento de su barco, tuvo un fuerte encontronazo con el náufrago anterior. Éste se había posicionado como dueño y señor; había colocado una barrera en la playa a modo de aduana y exigía un visado para entrar o una fuerte suma de dinero para los trámites de regularización de papeles. Fue inútil explicar que su barco se había hundido y con el hundimiento había perdido todas sus pertenencias, incluidos documentación y dinero. Era una isla ridícula, aunque suficiente para la convivencia de dos personas que, sin duda, estarían esperando la llegada del buque de los tiempos mejores que los devolviese a ambos al mundo civilizado.
"Te recluiré en el Centro de Internamiento de extranjeros", anunció el náufrago primero, armado con el fusil de cerrojo que le daba la superioridad. Lo ató a la palmera con la correa que sus pantalones. "Esta tierra es mía porque llegué el primero". "La soledad te ha hecho perder la razón", contestó el segundo náufrago. La respuesta del otro fue propinarle un brutal culatazo en la boca. "Te acusaré de malos tratos". "Deja de decir sandeces: yo soy la autoridad en esta tierra Y no admito críticas ni posturas rebeldes. De lo contrario, ya te estás repatriando". Guardó silencio el náufrago número 2, aunque pensaba: "Es ridículo. Entre los dos podríamos incluso construir una balsa que nos sacara del aislamiento. Ha perdido la razón". Lo peor de todo es que, muy pronto, también él comenzó a desvariar.