Un
difunto diamantino
Antonio
García Velasco
Un difunto diamantino, ¿es un
multimillonario muerto? ¿Es un pobre diablo inteligente y bondadoso en extremo?
¿Un padre querido y admirado? ¿Un marido ejemplar? ¿Un amigo de sus amigos que
lo da todo y nada pide? ¿Una joven promesa? ¿Un poeta? ¿Un fabricador de superventas?
¿Un cantante exitoso? ¿Un futbolista millonario en goles y dinero? ¿Un médico
eficaz? ¿Un enfermero que se desvive por los enfermos? ¿Un sabio? ¿Un
arquitecto innovador? ¿Un policía celosamente cumplidor? ¿Un bombero? ¿Un
trabajador incansable? ¿Un atleta? ¿Un pintor? ¿Un presidente de gobierno
preocupado por el bienestar de los ciudadanos? ¿Un ministro con sentido
democrático y comportamiento intachable tanto en su cartera como en la
eficacia? ¿Un inventor? ¿Un ciudadano respetuoso con el pago de impuestos y el
mobiliario urbano? ¿Un niño prodigio? ¿Un músico compositor? ¿Un sufrido campesino?
¿Un ángel transparente? ¿Un boxeador duro e imbatible? ¿Un maestro, un
profesor?
El
estudiante, después de considerar concienzudamente las cuestiones, entregó el
examen en blanco, convencido de que cualquiera de las preguntas tenía muy
difícil respuesta. Al salir del aula, cayó fulminado y quedó inerte, convertido
en un difunto diamantino.