Del Estatut y los participios activos
Antonio García Velasco
“El Tribunal Constitucional (TC) ha avalado la mayor parte del Estatut de Cataluña tras contabilizarse seis votos a favor y cuatro en contra del borrador presentado por su presidenta, María Emilia Casas” (De la prensa)
De la misma manera que la aberración de llamar “presidenta” a la mujer que preside ha calado y todo el mundo parece usarla sin reparo, la mayor parte del estatuto catalán ha sido avalado por el TC después de un largo parto, para cuyo viaje no se necesitaba tanto paritorio. Los españoles no tenemos remedio: la política impone sus varitas mágicas y hace y deshace incluso en el poder judicial. Para escándalo y bochorno de la ciudadanía.
España parece un país provisional. Su larga historia es un hacer y deshacer reinos, ya uniendo, ya desuniendo. No es un proceso similar al huevo que se echa a freír, un visto y no visto, sino que es largo, lento e inevitable. Con razón nos decía Ángel Ganivet que el español no estará conforme hasta que se le conceda un documento –un estatut, por ejemplo- que diga: “Puedo hacer lo que me dé la gana”. Las autonomías tratan de hacer de su capa un sayo y que se funda el plomo de la nación española o la solidaridad. Es el primer paso para la debilidad de los reinos de taifas, en una Europa que tiende a estar cada vez más unida en proyectos y leyes –incluso de reajustes- comunes. Y en un mundo en el que se habla de globalización.
La política social progresista es una cosa y otra muy distinta es confundir los rábanos del progreso con las hojas de los localismos o nacionalismos trasnochados. De todas formas, la propuesta de modificación del Estatuto catalán no deja contento a nadie, aunque Montilla ya haya realizado su declaración triunfalista: "No han podido liquidar el Estatut". Aquí somos así: admitimos “presidenta” cuando de presidir, el participio activo es “presidente”, pero no admitimos “amanta/amante”, “estudianta/estudiante”, “estimulanta/estimulante”, “caminanta/caminante”, “mendicanta/mendicante” y el largo etcétera de la regla académica del español. Claro que, por ejemplo, las “presidentas” se ven más que las “amantas”, pues las amantes y los amantes se mantienen ocultos. No así las estudiantes, que cada día son más y mejores que los estudiantes. Pero no salen en los telediarios. Y es que nos miremos por donde nos miremos, “España es diferente” y provisional, e impredecible, y absurda, y confusa, y contradictoria. Una hoja movida por el viento que sopla y los gobernantes de turno. Ya veremos los revuelos con el “estatut”.
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