El icono del Dios
Antonio
García Velasco
Icono o ícono significa
literalmente «imagen», es una obra de arte religioso.
Imaginemos
una religión que establezca como único mandamiento inviolable que cada adepto
lleve consigo un icono del Dios. Será un icono que nos atrape, que nos
esclavice, que nos manipule, que se nos imponga, que anule nuestra voluntad de
resistencia, que lo busquemos como quien busca aire para respirar, que nos
complazca, que se nos haga imprescindible.
El
adepto ha de estar permanentemente atento a la imagen del Dios que encierra,
expresa u ofrece el icono. Ha de lanzar oraciones por su medio ya sean orales o
escritas, aunque éstas aparezcan con faltas de ortografía y abreviaturas
ambiguas.
El
adepto no podrá dejarse el icono en casa o alejado de su persona y debe tenerlo
siempre a punto para responder. Si no fuese así, ya se encargarán otros de
recordarle la obligación de respuesta inmediata a las demandas recibidas.
Se
irá por la calle tecleando letras para formar sílabas, para reproducir
palabras, para crear oraciones. O bien atendiendo a las oraciones de otros
fieles, forofos, adeptos, enganchados a esta doctrina exigente e inquebrantable.
El
icono, en nombre del Dios, exigirá la visión de imágenes o la captura de lo reflejado
en las ventanas que recuadre el marco del propio instrumento. Posteriormente, estas
capturas se han de compartir.
La
devoción de cada uno llevará a dar prioridad a las demandas del icono sobre la
presencia de otros. Si dos o más están sentados en la terraza de un bar, en el
banco de la calle, parque o plaza, y el icono lo demanda, el demandado ha de
atender el aviso antes que seguir en la conversación con los reunidos.
En
solitario o en compañía, el adepto ha de llevar el símbolo de su religión en el
bolsillo o, mejor, en la mano, dispuesto siempre a dar respuesta a la solicitud
inesperada o, acaso, esperada.
En
la familia, se adoctrinará a los infantes desde muy pequeños haciendo que se
obnubilen ante las imágenes memorizadas en la profundidad del icono del Dios.
Si lloran porque se les ha cerrado la ventana del mismo, se ha de tomar el
llanto como indicio de que será un adepto responsable y metido en razón.
Cuando
se tenga el convencimiento de que ese icono del Dios es necesario,
imprescindible, absolutamente útil se habrá dado un paso decisivo para ser un
adepto ejemplar.
Será
necesario que cada cierto tiempo se renueve el icono, conservando lo que el
desechable contenga, pero adquiriendo las nuevas ventajas de la modernidad,
pues estamos en una religión progresiva y progresista y hemos de renovarnos o
morir.
No
caben medias tintas: o se aceptan las normas de la religión o serás un
pobrecito marginado que todos mirarán con lastimosa conmiseración.
Ciertamente
no cabe imaginar religión semejante, pues ya se nos ve por la calle a miles y
miles adorando al icono de ese Dios universal.
Siempre hemos llevado a cuestas los iconos intangibles de nuestra condición humana. Con los modernos artilugios que la progresión científica, sobre todo la aplicada al sector electrónico, nos hace poder tocar y sucumbir a los encantos de nuestra fe en sus sortilegios.
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