Naranjas
cajeles
Antonio García Velasco
Le canjeó una caja de
naranjas cajeles o cajelillas por un joyero con una joya. En realidad, ella le
llevó los cítricos desinteresadamente y él, perdidamente enamorado, le regaló
una lucida gargantilla de oro.
— Aunque sea difícil
encontrarlas, no valen tanto las naranjas.
—Pero sí lo vales tú,
Ana María —respondió él.
—No estoy en venta.
—Ni yo quiero comprar
tu amor. Sería muy poco el oro del mundo para pagártelo.
—No hablemos del amor
como de una mercancía.
Se miraban como quien
se contempla en el espejo tras maquillar su cara.
El beso se quedó en el
camino de los labios por la entrada en la joyería de una mujer interesada en
unos pendientes.
Esperaron con alardes
de paciencia que la señora trasteara en los expositores y, por fin, decidiera rechazar
la oferta.
Cuando la fallida compradora abandonó la tienda, él puso el cartelito de "Cerrado", le tomó la mano a Ana María y pasaron a la trastienda.
Hermoso microrrelato, lleno de sensualidad, elegancia y buen hacer. Enhorabuena por ese volumen de "Amores y tiempos".
ResponderEliminarEn hora buena por este microrrelato. En verdad pienso comprar el libro Amores y tiempos: relatos y difundirlo en el Diario Jaén
ResponderEliminarGracias, Encarnación. Gracias, Albert.
ResponderEliminarMuy interesante tu microrrelato, sobre todo en lo tocante a la mercancía del amor y cómo se gestiona; al final aflora la compensación y se paga cuando marcha la pesada clienta, pero no fue un pago sino una transacción interactiva. Esto me ha llevado a recordar que existe una teoría mercantilista del amor, teoría que yo trato en una entrada de mi blog publicada en 2009, de la que, con tu permiso, pongo el enlace para los interesados en el tema, aconsejo leer también el coloquio con sus aportaciones.
ResponderEliminarUn abrazo.
Enlace: http://antoniopc.blogspot.com/2009/07/la-perspectiva-mercantilista-del-amor.html
Sin duda, recordar tu artículo del citado enlace es oportuno. Me alegro de que la conversación de mis personajes te lo haya recordado. Gracias por tu comentario.
EliminarEn la unión de dos personas como pareja amorosa confluyen flujos personales que interactúan al aceptar ese compromiso. El momento del
ResponderEliminarprimer acercamiento para tomar la decisión de complementarse de manera recíproca debe fundamentarse en que juntos la felicidad superará a no abandonarse, en cierto modo, a ese vínculo. Pero, nos condiciona la edad, la percepción vital, el entorno y las costumbres adheridas a él,
ser más o menos materialistas o utópicos... La vida en común es como una acequia: hemos de regar dos parcelas de tierra con el agua que cada una necesite en pro de que sigan siendo fértiles ambas, aunque la cosecha sea común. Del grado de sabiduría en las pausas o prontitudes para desviar el preciado líquido a través de las tornas pertinentes, dependerá que el hontanar amoroso acaudale veneros o tienda a la sequedad.
Interesante preámbulo antes de acceder a la trastienda, con inesperado paréntesis incluido. Me ha gustado.
ResponderEliminarGracias, Felipe.
ResponderEliminarDespués de leer los diferentes comentarios que se han formulado sobre el estupendo relato de Antonio García Velasco sobre "Naranjas cajeles", desgajando cada uno el sentido apropiado que le ha sugerido la narración, me cabe hacer mención sobre un hecho inusual que aparece en la primera frase, y es la figura retórica de la aliteración que surge en el primer párrafo.Es curioso que aparezcan 6 palabras con el mismo fonema, que es la j, en las palabras "canjeó", "caja", "cajeles", "cajelillas", "joyero" ""joya". Otra actuación que se hubiera producido de manera similar con cualquier letra del abecedario en un texto, hubiese resultado reiterativo, excesivamente cadencial y poco entendible. Sólo Antonio con ese bagaje cultural que le distingue en el campo lingüístico, es capaz de hacer de una reiteración, una acción expositiva digna de una frase alejada de una mareante pronunciación, para convertirla en un logro acertado de una aliteración. Una cuestión que no es banal sino fruto de un versado narrador.
ResponderEliminarGracias, Carlos, por tu comentario y, de modo especial, por fijarte en la alteración. En los libros escolares siempre ponen el ejemplo de un verso de Rubén Darío: "con el ala aleve del leve abanico". Otro ejemplo tienen aquí. Cuando explicaba los recursos lingüísticos ponía, entre otros, en verso de Blas de Otero: "y abrir el porvenir de par en par".
ResponderEliminarEscribir con el móvil es un riesgo: debe decir aliteración y no alteración. Y el verso y no en verso.
ResponderEliminar