domingo, 2 de mayo de 2021

062 Microcuento LA TORMENTA

 


La tormenta

Antonio García Velasco

 

Se podría afirmar que estudiaba la filosofía con fruición, hasta topar con el término kantiano "noúmeno", que la detuvo. Era una noche fría y tormentosa. Como se esperaba, rayos y truenos comenzaron a ser fenoménicamente espeluznantes. A las sensaciones opuso su pensamiento.

—¿No puedo hacerme una idea de la tormenta más allá del miedo que me está produciendo? Los efectos que la borrasca me hace sentir quizás quedarían neutralizados por el análisis de sus características que realizara mi mente.

En aquel momento, apareció su hijo:

—Mamá, mamá, tengo miedo.

—No debes preocuparte. Ven.

Se sentaron en el sofá y lo acurrucó en sus brazos. Se taparon con una manta. Fuera seguían los fogonazos y, de inmediato, el trueno estrepitoso. La lluvia golpeaba los cristales.

El niño se quedó dormido rodeado por los brazos de su madre:

—Mañana llamaré al profesor Sebastián para que me explique el concepto de “noúmeno” de Kant.

Cuando despertaron, la tormenta había dado paso a una calma radiante. El noúmeno kantiano seguía golpeando su mente.

 

 

 

3 comentarios:

  1. La tormenta tiene diferente incidencia en el sujeto en función de variables personales, donde el afrontamiento de la situación dependerá de la genética heredada de sus ancestros y, sobre todo, de la experiencia personal, respecto a estas situaciones, en el proceso educativo y vivencial referente a la elicitación y gestión de las emociones. Conocí a mucha gente que sentía verdadero pánico ante la tormenta, también indiferencia y, por otro lado, fascinación y disfrute con el espectáculo, entre los que me encuentro. En mi experiencia reconozco que, habiendo sentido esa fascinación inicial, luego, tras observar el impresionante aparato eléctrico y el incremento de su contundencia, pasé, en alguna ocasión, de esa situación de disfrute a la de buscar refugio por miedo a la desgracia. ¿De qué depende? Tal vez de la capacidad de racionalizar la situación y de los límites emocionales que se determinen para el cambio desde esa fascinación al sentimiento de miedo.
    En este caso, es interesante el cambio de la madre con su miedo e inseguridad, para otorgarle al hijo el sosiego y la paz que le lleve a ese estado que le hace dormir en sus brazos, perfectamente protegido, o al menos, sintiéndose protegido. Aquí ya me voy a lo de noúmeno, como un fenómeno de intuición intelectual determinada por la sensibilidad personal; en este caso, como una especie de superación de la disonancia cognitiva referida a la diferencia entre lo que se piensa y lo que se pretende o debe decir, sobreponiéndose lo segundo a lo primero para no alarmar al niño.
    Entramos aquí en la subjetividad del pensamiento irracional para analizar los fenómenos externos, ya que en función de esa experiencia habida, que condiciona nuestro razonamiento, podemos concluir, de modo objetivo, que la subjetividad del miedo ha de sucumbir a la racionalidad del pensamiento cuando el peligro, o el interés, está en un orden superior como es la tranquilidad de tu hijo. Tal vez aquí se explique la heroicidad de los “cobardes” cuando se ven acorralados y la necesidad de la supervivencia supera al miedo sentido ante el ataque.
    Las madres matan su miedo para sembrar la paz, seguridad y tranquilidad en sus hijos… la tormenta y el subjetivo miedo pasan a segundo orden.

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  2. Cuando se emprende la lectura del relato "La tormenta", se resalta la palabra desde la que toma ángulo el microcuento, que es el término Kantiano "noúmeno", que para entendernos se define como el objeto del conocimiento racional puro, en oposición al fenómeno, objeto del conocimiento sensible, y que ambos los define el autor del relato, dentro del campo narrativo, en el segundo párrafo, contraponiendo el miedo que le produce el trueno y los rayos, frente al análisis interior que pudiera su mente hacerlo desaparecer. Esta doble visión, se traduce en el miedo que siente el hijo, y la defensa, protección y sensibilidad que tiene la madre para ahuyentarle ese temor, despreocupándolo y protegiéndole. Ella ni se entera de que un acto de sensación (miedo) por un fenómeno externo (la tormenta) lo ha apagado con una actuación surgida del pensamiento, venida de dentro. No es consciente de que ha sabido desconectarle el miedo con el sosiego ni que ha aplicado el término filosófico de Kant en su análisis, siendo estudiante de filosofía, porque a la mañana siguiente todavía el concepto de Kant, de la solución por el pensamiento, era algo que tenía que aclarar con el profesor.
    De un simple relato, saca Antonio un profundo estudio filosófico

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  3. La filosofía atrae al pensamiento y al instinto en partes desiguales y, sin embargo, equidistantes de la utopía: ninguna persona, de manera consciente o no, se muestra ajena a las veleidades del bien y el mal. Y, por consiguiente de parapetarse tras las excusas egocéntricas, de mirar de refilón la realidad aferrándose al terruño circundante, o balancearse en el alambre, más allá de la generosidad media, para dedicarse a la ayuda del prójimo más necesitado integrándose, sin límite de tiempo ni riesgo, en sus hábitats.

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