La tormenta
Antonio García
Velasco
Se podría afirmar
que estudiaba la filosofía con fruición, hasta topar con el término kantiano
"noúmeno", que la detuvo. Era una noche fría y tormentosa. Como se
esperaba, rayos y truenos comenzaron a ser fenoménicamente espeluznantes. A las
sensaciones opuso su pensamiento.
—¿No puedo hacerme
una idea de la tormenta más allá del miedo que me está produciendo? Los efectos
que la borrasca me hace sentir quizás quedarían neutralizados por el análisis
de sus características que realizara mi mente.
En aquel momento,
apareció su hijo:
—Mamá, mamá, tengo
miedo.
—No debes
preocuparte. Ven.
Se sentaron en el
sofá y lo acurrucó en sus brazos. Se taparon con una manta. Fuera seguían los
fogonazos y, de inmediato, el trueno estrepitoso. La lluvia golpeaba los
cristales.
El niño se quedó dormido rodeado
por los brazos de su madre:
—Mañana llamaré al
profesor Sebastián para que me explique el concepto de “noúmeno” de Kant.
Cuando
despertaron, la tormenta había dado paso a una calma radiante. El noúmeno
kantiano seguía golpeando su mente.