viernes, 20 de agosto de 2021

071 Microcuento EL RAMO DE GLOXINIAS

 

El ramo de gloxinias

Antonio García Velasco

 

Un mensaje de justicia y reparación. Merecedor de albricias. Llevó la carta en mano y, como compensación, le entregaron un ramo espléndido de gloxíneas o gloxinias.

    Cuando Ignacio, el mensajero, salió de la finca, estrelló las flores contra la valla y las pisoteó con rabia:

—¡Un ramo de flores! Habrase visto, como si les costara algo conseguirlas en su gran jardín. ¡Que se las coman o se las metan por donde le quepan!

Lo receptores, cuando vieron los restos de sus gloxinias, se consolaron pensando que "no se hizo la miel para la boca del asno".

"Después de la prisa que me di para llevarles la buena noticia, no se les ocurre otra que darme un ramo de gloxinias que acababan de recoger del jardín".

—¡Un ramo de gloxinias! —exclamó Rosita al escuchar a su pareja—. ¿Me lo darás, verdad? ¡Me encantan esas flores!

5 comentarios:

  1. Genial. Nada es verdad ni es mentira... Todo está influenciado por la lectura que le damos a las cosas nosotros mismos.

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  2. Cual subjetivo es el valor de las cosas!!. Un bello microcuento que lo plasma maravillosamente. Un abrazo.

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  3. Resulta lícito e incluso apropiado considerarnos el centro de nuestra salud. Padecemos sus reveses tanto corporales como anímicos. ¿Quién mejor puede conocer ambos efectos concatenados? No debemos trasvasar ese concepto a convivencia en nuestro círculo habitual. Ahí, seguimos siendo individuos que aportan, pero sobra el individualismo del encauzamiento de las aportaciones del grupo hacia el interés egoísta. En caso de escoger esa deriva, sólo nos contentarán como gratificantes agasajos a los que acompañen prebendas crematísticas. Abandonaremos el aura espiritual que nos es inherente. Lo que supone un acortamiento de miras. Y, por ende, la pérdida de sensibilidad hacia gustos propios y de los seres queridos. Directa o indirectamente pasaremos por situaciones en que, por mirarnos demasiado el ombligo, dejaremos de nutrir los ombligos espirituales de quienes llevan nuestra propia sangre o han contribuido a que la lleven.

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  4. Me gusta este microcuento por lo que significó durante años, como consecuencia de esa "compensación" que perfectamente retrata Antonio, y me atrevía a mantener que eso es lo que sucedió en nuestra vida social y laboral. Me acuerdo de aquella vez que acudí en Madrid a ver "Muerte en Venecia", y el acomodador nos acompañó hasta el asiento, luego se quedó con la luz encendida iluminando nuestras caras, para después lanzar un exabrupto que se oyó en la sala, así como también se oyó nuestra actitud al estallar por su desconsideración. Me afirmaron luego, que siempre había de llevar un dinero extra como "compensación" a su trabajo. Y yo nunca lo entendí, porque el trabajo debe ser remunerado en lo que vale, y no exigir compensaciones para completar un salario que resulte escaso.
    La compensación en este relato sencillo del que habla Antonio es por la buena nueva que aporta a los interesados, pero para el mensajero es cubrir una necesidad económica que entiende necesaria por su trabajo. Sin embargo, habría que proponer que se pague el sueldo apropiado y dejar las compensaciones, limosnas, propinas o actos que intenten cubrir el salario adecuado.
    Pero Antonio va más allá. Para lo que uno es la necesidad de cubrir un montante económico, Para otra, su pareja, admira otras razones, bien porque nunca se ha tenido un detalle con ella, o bien porque le apasionan esas flores; de aquí, la frase final de ¿Me lo darás, verdad? ¡Me encantan esas flores! Es la distinta valoración que se hace de la compensación para darle un sentido distinto a las cosas. ¡Que buen retrato de una época!

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