Maruja Fernández y
el problema familiar
Antonio García
Velasco
Pese a sentirse
demasiado alterada por el serio problema familiar, aceptó la invitación a
realizar aquella excursión. Contemplaba el Papamoscas de la catedral de Burgos
y, en el momento en que el autómata comenzó a accionar con su brazo el badajo
de la campana, experimentó una fuerte taquicardia y la salida de sangre de las
fosas nasales.
-¡Me muero!
-Rezongó.
Por suerte, los
compañeros del grupo llamaron a urgencias y la ambulancia acudió en muy poco
tiempo. Le diagnosticaron hipertensión arterial y la dejaron en observación
hospitalaria. Al día siguiente le dieron el alta con un tratamiento regulador
de la tensión. Se sentía fofa, decaída, como cansada.
En su reposo, tuvo
tiempo de rumiar ciertas decisiones pendientes. Y, muy resolutiva, dijo a su
marido:
-Hasta aquí hemos
llegado. Lo siento mucho. Pero no aguanto más tus borracheras. O te buscas un
médico que te ponga un tratamiento, o acudes a Alcohólicos anónimos o, de
cualquier modo, pones remedio a tu alcoholismo. De lo contrario, nos separamos
hoy mismo.
-Está bien. Pero
déjame que, al menos ahora, me tome mi cervecita.
-Creo que lo tuyo
no tiene solución -dijo muy preocupada-. Te advierto que hablo muy en serio y
no estoy dispuesta a aguantar más tu bebida.
-¡Está bien, está
bien! No me tomo la cerveza y, ahora mismo, llamo a Alcohólicos anónimos.
En aquel momento
lo llamaron los amigos, se despidió de la esposa y salió de la casa.
Maruja sufrió un
ataque al corazón que la separó para siempre de su marido.