Reseña de Ana Herrera sobre mi libro CANTARES DE FLORES NUEVAS
No tengo menos que publicar en este blog la reseña que escribe Ana Herrera, filóloga, escritora, poeta sobre mi libro CANTARES DE FLORES NUEVAS. Con mi agradecimiento:
La modernidad vestida de
estrofas populares en los Cantares de flores nuevas de Antonio García
Velasco.
Por Ana Herrera.
Filóloga. Escritora. Poeta.
Cantares de flores nuevas
es un libro de poesía que nace de las estrofas populares para adentrarse en una
temática moderna. Su autor, doctor en Filología Hispánica y escritor
polifacético, es Antonio García Velasco.
Comienza la primera selección
con un conjunto de haikus que muestran la opinión crítica de García Velasco
sobre el uso de la tecnología, en concreto, la telefonía de móviles y sus
incidencias sobre la vida cotidiana. Como el propio autor lo define, “El haiku
se ha de escribir sin rima, con versos en minúscula, sin título y con solo 17
sílabas: 5-7-5, sin signos de puntuación, en enunciados similares a los del
habla”. En una cita de autoridad, que aparece en la introducción a este
apartado, y que pertenece a H. G. Henderson, en su Introducción al Haiku (Nueva
York, 1958), se nos dice: “Y en las manos de un maestro, un haiku puede ser la
esencia concentrada de la poesía pura”. Este poemario es el ejemplo.
La exaltación de la
naturaleza, del paisaje, la mirada a nuestras calles, la comunicación con el
otro, la admiración por la rosa, el mar, el cielo, el horizonte, la brisa, la
hoja o el verde de los campos son elementos que atrapan nuestra mirada y
reciben nuestros elogios. En esos elementos maravillosos se detiene también la
mirada del autor lamentando la desidia del hombre moderno atrapado en el mundo
de la pantalla. La poesía ha sido el instrumento íntimo de la sensibilidad del
poeta, desde los más lejanos tiempos y los lugares más recónditos, para cantar
a la naturaleza. “Hay un libro abierto siempre para todos los ojos: la
naturaleza”, así expresaba su fascinación por ella Jean-Jacques Rousseau, y así
lo expresa el poeta a través de estos bellos haikus. Como muestra, he aquí uno
de ellos construido con una hermosa personificación: “el horizonte / en la
tarde serena / abre sus ojos”. O este otro: “la rosa fulge / y solo una
pantalla / miran tus ojos”.
La soleá, que nos lleva a la segunda selección, es una combinación métrica propia de la lírica popular andaluza, compuesta por tres versos de arte menor octosílabos con asonancia en el primer y el tercer verso y sin rima de ninguna especie el segundo (8a, 8-, 8a). Suele versar sobre el tema de la soledad y el desengaño. La soleá está presente en la obra de autores como Manuel Machado, en su libro Cante hondo (1912). Siete estrofas, siete soleares, conforman un conjunto notable de esta exquisita obra. Su tema, el amor. En forma de apóstrofe, la voz poética se dirige con vehemencia y en tono de lamento a la niña que es objeto del amor de un enamorado. A veces, la figura materna se convierte en sujeto dominante en esta relación. La siguiente soleá sirve al galán para expresar de manera profunda el sentimiento amoroso: “No te lo quiero decir / pero me has gustado tanto / que ya solo pienso en ti”.
La copla, en la tercera
selección, es una composición poética de cuatro versos de arte menor
generalmente con rima asonante en los versos pares (esquema: - a - a). Como
bien antepone García Velasco, una de sus variantes fueron las llamadas
“malagueñas” compuestas por el antes citado Manuel Machado. En la obra de
nuestro autor, a veces, encontramos una variante, otras veces, están
constituidas por ocho versos asonantados octosílabos agrupados en dos estrofas
(8- 8a 8- 8a / 8- 8a 8- 8a); otras, adoptan la forma de redondillas (8a 8b 8b 8a).
La rima se alterna en asonancia y consonancia. Así pues, el poeta demuestra un
gran dominio de las estrofas clásicas populares. El tema gira nuevamente en
torno al amor -un tópico literario universal y atemporal-, las circunstancias
de la vida cotidiana -el interés, la enfermedad, el dinero, la amistad-, y la
tecnología moderna aplicada a la vida: “Por muchas aplicaciones / que nuestro
móvil permita, / ninguna remediará / lo que remedia una cita”.
En la cuarta selección la
forma estrófica elegida es la Pajarona, un cante campesino propio de Bujalance (Córdoba)
y su comarca, compuesto por estrofas de cuatro versos, por lo general
pentasílabos y heptasílabos (7- 5a 7- 5a). La rima es consonante. La temática
del trabajo, sobre todo del trabajo en el campo, cobra ahora importancia, algo
muy acorde con la propia naturaleza de la composición, de origen campesino,
como decíamos antes. La tecnología, de nuevo, reflejada en el móvil, la figura
de la amada como emisora o receptora del mensaje, y la necesidad del propio
canto siempre presente en la vida de la gente, son los motivos que inspiran la
creación del sujeto poético en esta ocasión. Vamos a detenernos en esta
preciosa pajarona que acaba en una lúcida metáfora: “Entonarás canciones /
mientras trabajas. / Pajaronas y coplas… / son tus alhajas”. Así lo decía la
madre Teresa de Calcuta: “Lo que importa es cuanto amor pongamos en el trabajo
que realizamos”. Y lo que se hace con amor proporciona felicidad. Es por ello
que en los campos de Andalucía ese amor se acompaña de cantos. El canto en el
transcurso de la labor rural es una costumbre ancestral en nuestra tierra, una
manera de endulzar el sufrimiento y la escasez a la que estaba sometido el
pueblo, una manera de vivir con dignidad y alzar con orgullo la cabeza, una
manera de ser felices, y eso lo sabemos bien los nacidos de esas raíces
telúricas en la dicotomía llanto / canto.
Y llegamos a los zéjeles,
quinta selección. El zéjel es una composición poética de la métrica popular
hispanoárabe, propagada también a la poesía castellana. Está formada por uno o
dos versos iniciales que componen el estribillo y un número variable de
estrofas; cada estrofa está formada por tres versos monorrimos, llamados
mudanzas, seguidos de un último verso, la vuelta, que rima con el estribillo,
anunciando su repetición. La distribución de la rima es la siguiente: aa
(estribillo), bbb (mudanza), a (vuelta) y repetición del estribillo. Es decir,
aa-bbba, aa-ccca, aa-ddda. El primer zéjel que abre esta parte está dedicado a
la poeta algecireña Paloma Fernández Gomá, quien ha publicado en 2019 el
poemario Zéjeles de alborada, donde la autora rinde homenaje a ese canto
de origen hispanoárabe y, por tanto, procedente de los pueblos del norte de
África, asentados tras su migración, en los frondosos sotos y vergeles de
Al-Ándalus, como apuntaba en la reseña crítica que tuve el honor de hacer sobre
esta magnífica obra. En este sentido, escribe García Velasco: “Un zéjel para
Paloma / celebrando su saloma”. Es decir, celebrando su canto. Así se desprende
del significado del término saloma, cantinela que acompañaba al marinero en su
trabajo, al igual que las coplas aderezaban el trabajo del campo andaluz. Un
bello elogio y reconocimiento, pues, al libro de Fernández Gomá. El resto de
las composiciones están dedicadas al amor, a la amistad, a los viajes, a los
encuentros, a la nostalgia de tiempos pasados o bien se centra en darnos una
lección de vida. Es de justicia reconocer la belleza de estos poemas junto a la
perfecta sincronización de su métrica tal como nace de la creación del poeta.
Así queda de manifiesto en la siguiente mudanza: “No lo digo porque sí. / Es
que mi vida sin ti / no la puedo concebir / de otro modo que en la muerte”.
Las últimas páginas, sexta
selección, están dedicadas al ovillejo, estrofa formada por tres versos
octosílabos que alternan con tres versos de pie quebrado, con los que riman en
consonante, y van seguidos de una redondilla. El último verso de la redondilla
se forma a partir de la unión de los tres pies quebrados. Según nos indica el
autor, parece invento de Miguel de Cervantes en el capítulo XXVII de la primera
parte del Quijote. Sus motivos son el amor familiar, el elogio al amigo – como
el dedicado a su querido amigo Antonio Porras Cabrera-, la celebración de la
amistad, el discurso político… Con admiración, elijo el ovillejo dedicado al
atardecer en esa inmensa, romántica, bellísima laguna de Fuente de Piedra, cuna
del poeta y tierra vecina de mi tierra, por donde mis pasos me han llevado en
más de una ocasión.
Un
atardecer dorado.
Agrado.
Reflejado
en la laguna.
Mi
cuna.
Contemplado
desde el cerro.
Sin
yerro.
La
vida impuso el destierro
para
ganarse la vida
aunque
dejando la herida
por
agrado, cuna y yerro.
En definitiva, estamos
ante un libro donde el poeta capta la esencia de la naturaleza, el amor, la
amistad, la propia vida en paralelo al desarrollo tecnológico de nuestra era, a
la par que recupera para el lector las estrofas clásicas populares, muchas de
ellas de origen andaluz. Sin duda, un halago a los sentidos. Como aquellos Cantares
de Antonio Machado, como estos Cantares de flores nuevas, en un día no
muy lejano, escribí unos Cantares de luna blanca, creando así un punto
de intertextualidad:
¿Cuándo
las gaviotas blancas
irán
de ronda a mi lado,
si
paseo por la arena
o
si despierto soñando?
Ana
Herrera. Inédito.
Mi más sincera
enhorabuena, estimado Antonio García Velasco.
Ha sido un placer leer y hacer la reseña de tu libro, Antonio. Volver la mirada hacia los cantares clásicos de la tradición popular siempre es un placer, sobre todo, si están arraigados en nuestra tierra. Tu obra es también una mirada a la belleza y un halago para los sentidos. Enhorabuena.
ResponderEliminarDe nuevo, muchas gracias, Ana.
ResponderEliminarHabiendo leído otras obras de Antonio, sé que "Cantares de flores nuevas" constituirá una introspección alentadora. La reseña de Ana Herrera induce a no demorar su lectura.
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