domingo, 7 de marzo de 2021

057 Microcuento TIEMPO DE SETAS

 

Tiempo de setas

Antonio García Velasco

 

Iba con su padre por el bosque buscando setas. Recoger setas puede ser peligroso si no se sabe distinguir las venenosas de las que no lo son. Pero su padre era un experto y él siempre le preguntaba antes de coger las que iba encontrando.

De modo inesperado, apareció el guardabosques.

—Está prohibido andar por aquí y recoger setas.

—Disculpe. ¿Desde cuándo esa prohibición? Llevo viniendo muchos años y nunca nos habían dicho nada. Incluso el año pasado, el guardabosques, su compañero, nos ayudó a llenar la cesta.

—Ya le he dicho que está prohibido coger setas.

—Pero...

—Ni peros ni cuartos. Tenéis que dejar las setas y largaros de aquí. Y es más, me tenéis que pagar la multa de cincuenta euros.

—¡Qué te lo has creído! Vamos —dijo el padre, tomando de la mano al niño y empezando a correr.

El guardabosques echó mano a la escopeta que llevaba al hombro. Dobló el cañón, introdujo dos cartuchos y apuntó a los huidos.

—¡Alto! He dicho alto —disparó al aire.

Padre e hijo ya se habían perdido entre los árboles.

—¡Malditos intrusos! —se dijo el guarda—. Son los séptimos que espanto esta semana. Seguro que llevan la cesta llena y, entre unos y otros, con lo que me gustan las setas, no me van a dejar ni para un buen plato.

 

 

 

Versión de Juanjo

 


TIEMPO DE MARGARITAS

Juanjo Pérez García (9 años, cuarto de primaria)

 

Érase una vez una niña morena, guapa y apuesta que le encantaban las margaritas. Su padre la llevo a un campo de margaritas y empezaron a coger un ramo para su madre. Cuando estaban cogiendo, un hombre corpulento, grande, musculoso y muy fuerte apareció.

—Aquí no se puede coger margaritas— dijo.

—¿Cómo que no? —gritó Pepe, el padre de la niña— Como yo me llamo Pepe, aquí se pueden coger margaritas.

—Que les estoy diciendo que no —dijo el hombre con cara de pocos amigos.

—Hija, vámonos de aquí —dijo Pepe

Corrieron muy rápido hasta que estuvieron fuera del alcance del hombre.

—Este es el décimo que se me escapa, seguro que lleva el ramo completo. Al final, no me van a quedar buenas margaritas a mí para llevar un ramo a mi mujer.

 

2 comentarios:

  1. El poder, en cualquier ámbito, suele dar ese reverso a la cara del servicio público: el abuso de él cuando las prebendas personales que, son ajenas al cargo, se adhieren como un cobro en especias.
    En cuanto a la versión de Juanjo, muy conseguida. ¡Enhorabuena!

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  2. El relato de tu nieto muestra la limpieza del alma infantil. El vigilante solo quería espantar a los intrusos para que le dejaran suficientes margaritas y llevar un ramillete a su esposa. Se nota, además de la motivación para la escritura y la genialidad que tiene, unos profundos sentimientos que enaltecen su espíritu. Felicítalo de mi parte. Un abrazo.

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