sábado, 14 de agosto de 2021

070 Microcuento EL LENGÜILARGO

 

El Lengüilargo

Antonio García Velasco

 

Tenía la lengua larga en el doble sentido: el anatómico y el que corresponde a deslenguado. Lengüilargo, pues, le venía como apropiada denominación.

De la mujer del barbero comenzó a rumorear que el bebé que esperaba era de don Genaro, el cura, pues, Joaquín, el peluquero tenía una vena de más allá que de acá.

—¿Y eso que quiere decir, Lengüilargo?

—Lo dicho. Un día vi salir a don Genaro de casa de Filo, mientras Joaquín estaba en su barbería. Más de una vez lo he visto rondando la calle y entrando en esa casa. ¿Y no os habéis dado cuenta de que Joaquinito habla, pela y barbea con demasiada delicadeza? Vamos que si no es marica, poco le falta.

—Te pasas de la raya, Lengüilargo. Con las púas que suelta tu boca tendríamos para alambrar la plaza.

—¿Y para que queremos una plaza alambrada? Lo que tenemos que hacer es aclarar las cosas y si el cura es un indeseable y Joaquín un mariquita, echarlos del pueblo. Sin contemplaciones.

—¡Deslenguado!

Un deslenguado de la peor calaña resultó el murmurador: Genaro era hermano de Filo, la mujer de Joaquín y éste no solo tenía preñada a su señora sino también a media docena de muchachas casaderas, del pueblo, de pueblos colindantes o de los cortijos próximos. Su delicada palabrería, sus modales delicados resultaban siempre irresistibles para las mujeres y él era un mujeriego.

 

3 comentarios:

  1. Lo que los demás piensen de ti no depende de cómo eres tú, sino de cómo son ellos. Es decir que el lengüilargo, el difamador, es maldiciente por naturaleza, cotilla y chismoso; tal vez, porque huye de sí mismo e intenta meterse en la vida de los demás denostándolos para ganar en al balance comparativo. Yo soy una mierda, podría decir, pero los demás son más mierdas que yo, tal como demuestro con mi cotilleo. Si te fijas en la mierda de los otros no tendrás tiempo para ver la mía. Eso es lo que hacen algunos partidos políticos, denostar al otro para que no se vean sus miserias… mientras la gente se distraiga con lo otro no se fijan en lo mío.
    Por otro lado, las apariencias engañan porque quien las interpreta no sabe interpretarlas adecuadamente, bien por incompetencia o por tendenciosidad.
    ¿Podría ser el chismorreo una estrategia de externalidad defensiva?

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  2. La literatura, el cine y el teatro se ha basado en ocasiones en las apariencias, como una representación que se produce de la vida. En más de una situación achacamos o achacábamos en momentos no lejanos, que el que pasaba por nuestro lado era un maricón, dado sus modales, su manera de vestir, sus gestos, en un mundo tergiversado donde se es lo que se aparenta. En multitud de películas, no tienen que decirnos quien es el marica, se deduce de su comportamiento, de su amaneramiento, cuando posiblemente se esté en un error, y que Antonio, el autor del microrrelato, lo acerca simplemente a delicada palabrería, modales delicados, que consigue con ello obtener más a las mujeres que ser un personaje amanerado. Esta estúpida apreciación de las apariencias nos hacía y nos hace aplicar términos inapropiados, como maricón, a una tendencia equivocada, la de ser un mujeriego. Todo ello resulta propio de la murmuración, porque no es malo ser lo que se es, cual sea la tendencia sexual de cada uno y que mueve al ser humano, sino lo horrible es que la apariencia convierta a un cura en las mayor depravación al preñar a una hermana y a Joaquín en mariquita cuando es un mujeriego que ha dejado su semilla en muchas mujeres.
    Como siempre un jugoso relato que nos hace revivir mucha literatura, cine, teatro y otras materias del arte.

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  3. Quien murmura con asiduidad, llega a la calumnia. Una calumnia puntual puede ser fruto de una venganza concreta. Llegar a la "eficacia". Pero, a los que difaman porque su naturaleza les lleva a ese vicio, se les vuelven en contra sus palabras, más pronto que tarde. Indudablemente, esconden sus limitaciones y complejos. Por muy bien que estructuren las mentiras, en lugar de conseguir credibilidad, abocan en todo lo contrario. Terminan en las cloacas asociales de las que, una mayoría, se retiran lejos.
    El cinismo que conlleva la doble moral no es menos despreciable: aparentar una cotidianeidad en consonancia con las buenas costumbres y, aprovecharse de las buenas formas, de las reglas de convivencia, de la amenidad en el trato... para infringir daño a quienes creen en esa apariencia, resulta el reverso de la misma moneda. Y, cuando los afectados pidan cuentas de los actos hipócritas, el final coincide: la decepción, el descrédito, la huida... Lo dicho: cuando alguien paga con una moneda falsa ya nadie se fía de venderle cosa alguna. Todos dudan de sus verdaderas intenciones. Se pone su propia redención, aun siendo sincera, muy cuesta arriba.

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