La salsa con neguilla
Antonio García Velasco
Sentada en un saliente, contemplaba
los cachones en la orilla rocosa del mar. Se admiraba de la espuma de blancor
interminable.
Prendida estaba en los poemas
marinos del atardecer y su bolso había quedado, como olvidado, a pocos metros
de su posición contemplativa. Un ratero se iba acercando sigilosamente a su
objetivo. Mas, en el momento de alargar el brazo para alcanzarlo, ella volvió
la cara y el ratero desistió momentáneamente de su propósito. Dijo con soltura:
—Muchacho, creo que vas por
el mal camino. Robar las propiedades ajenas es un delito. El bolso no te
pertenece. Acabarás en la cárcel.
—Supones lo que no es.
—No, muchacho, no me vengas
con cuentos. Mejor te vas, te olvidas —se levantó y recogió su pertenencia.
—Si se hubiese llevado el
bolso, no podría cocinar la salsa con neguilla que tanto le gusta a mi hijo. La
he comprado expresamente para ello y aquí la tengo —se dijo mientras comprobaba
que el envoltorio de las especias permanecía en su sitio.
En aquel preciso momento, se
produjo un cachón gigante. Aguas y espumas le arrebataron lo que tenía en las
manos.
—Lo que no me quitó el
ratero, me lo ha quitado el mar. No tengo otro remedio que dejar la salsa para
otro día.
De nicolasgh2015@gmail.com
ResponderEliminarLa "almendrilla" de este Microcuento, creo que se podría titular: "nuestro destino es aleatorio".
Porque no tenemos en absoluto las riendas de nuestra vida.
Para empezar no hemos elegido ni padre ni madre.
La seguridad de nuestra futura profesión, siendo jóvenes, fue de lo más incierto.
No digamos cómo conocimos a nuestra pareja.
Salir de casa, no es seguro de vuelta... Accidentes de tráfico, delincuencia, la maceta que casualmente cae del balcón...
¿Y si nos vamos al campo libre? Pues en La Palma, el volcán, imparable, surgió del propio suelo.
Y sí es del cielo, pueden caer meteoritos o basura espacial...
Es solo una muestra, no entremos en problemas súbitos del cuerpo o la mente.
La protagonista de este cuento, ingenuamente, cree que su destino se resuelve en una simple disyuntiva, entre el ratero y el mar...
La realidad es que dependemos de una auténtica "Lotería Universal"...
Ejemplo vivo de cómo transcurre nuestra existencia. La mayoría de cosas que la condicionan aparecen de modo insospechado y fortuito. Nos preocupamos en exceso por nimiedades y un alto porcentaje de humanos se ven abocados a recurrir al Tranxiliun o al Dapaz (los nombres lo dicen todo) para perseverar en el camino. Por fortuna, existen otras medicinas alternativas, en formato gramatical, para consolación filosófica de espíritus con exceso de labilidad emotiva... A ellas debemos aferrarnos, siempre. Procuran un goce sanador y no suelen tener efectos secundarios... / Saludos, Joaquín Palmerola.
ResponderEliminarLas pequeñas ilusiones cotidianas debemos mantenerlas siempre en pleno apogeo. Los grandes propósitos profesionales o artísticos se nutren a sí mismo con el trabajo continuo. En ambos casos, para que los anhelos, tanto en la inmediatez diaria como en las metas lejanas, sigan polinizándose, hemos de acumular suficiente energía en la entereza para contrarrestar las inevitables decepciones. Éstas llegaran en el momento más inesperado y provenientes de cualquier enfoque del entorno. La imaginación, para que impermeabilizar antes ellas una adecuada actitud de respuesta, ha de estar recargada como una dinamo que alumbre la toma de decisiones y, en la medida de nuestras limitaciones como seres humanos, las riendas de nuestra existencia.
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