La vidalita
Antonio
García Velasco
Al
modo de las películas, trató de ganar su amor llevando a unos gauchos para que
le cantaran una de sus vidalitas. La melancolía que expresaba la canción afectó
tanto a Beatriz que cambió su estado alegre y optimista por tristeza y pesar,
desgana y pesimismo.
—Nunca
te querré —anunció cuando él fue a entregarle un ramo de rosas. Y rehusó el
regalo.
—Beatriz,
mi vida. No puedes rechazar mi amor.
—Nunca
te querré.
Desde
aquel día, lleva ante el balcón de Beatriz una banda con el repertorio de la
alegría. Pero ella sigue sumida en la depresión.
De nicolasgh2015@gmail.com
ResponderEliminarEn general, todo proceso tiene una consecuencia.
Ocurre en los fenómenos a la intemperie en la Naturaleza:
tiras una piedra desde la cima de un monte, y la gravedad prolonga la caída por la ladera, golpeando y arrastrando otras piedras, lo que termina en una avalancha que formará un canchal, al pié del monte, y puede haber causado daños.
En este Microcuento, el factor desencadenante del entuerto, ha sido tan inocente como el canto de una vidalita...
Pero desencadenó profundos cambios psicológicos en la protagonista, con malhadadas consecuencias para el enamorado...
Este es un Microcuento con Macroconsecuencia:
¡Ojo, que una vez que dejas ir al barco, a ver luego quién recoge velas!
Genial!
ResponderEliminarA veces es muy difícil concebir la alegría o la comedia en su estado únicamente puro. Muchos entienden, y yo también, que ese reír, la alegría o la comedia, como quiera enfocarse, es una conjunción de géneros que abarca el melodrama, lo bélico, y por qué no la tragedia. John Ford, así lo hizo en multitud de películas como Fort Apache; pero sobre todo, Mario Monicelli en la Gran guerra, exponente máximo de la comedia italiana
ResponderEliminarAntonio ha compaginado con maestría este hacer con el sentido alegre de su protagonista. Una canción en honor de su amada desemboca en melancolía, lo que le afecta profundamente, quizás por no entender la finalidad última de su intención.
Pero desde esa melancolía, lo que se pretende es una historia de amor, de cariño y de una fuerza expresiva de cantares para la amante sin que caiga en la depresión.
Muchas veces nos equivocamos en la finalidad que se persigue cuando hablamos con alegría o nos expresamos con amor, al utilizar los medios o los estilos, como melancolía, la tristeza o el pesar, que nos hace desviarnos de su finalidad, cuando solo tendríamos que fijarnos en el punto final de su desarrollo.
Luego al entrar en ese proceso que se desvía en su camino, resulta difícil salir de él
Gracias Antonio por abrirnos el conocimiento con tus breves relatos.
Todos sabemos, con aproximados quilates, en dónde residen nuestros límites empáticos. Entrevemos la percepción que los demás tienen de nosotros. La persistencia en extraer todo el jugo de nuestras aptitudes es el alma del arte y de la ciencia. Pero, tal voluntad continua, se moldea buscando la fascinación o el descubrimiento. En las relaciones de amistad o amor debemos aprender también a cambiar de caminos cuando el que transitamos nos devuelve, cansados, al sitio de partida por vericuetos inescrutables. La constancia, como evolución positiva, conlleva ilusión renovada. Algo muy distinto a la fijación obsesiva, que absorbe las alternativas vitales y retrotrae al futuro a una especie de ceguera cruenta e incongruente. Acudamos al oftalmólogo del espíritu: su consulta se halla el tacto y el pálpito de las ganas por exploras nuestros alrededores... si conseguimos, sin que sirva de precedente, auto-recetarnos, encontraremos el imán de infinitos universos.
ResponderEliminar*en el tacto...
ResponderEliminar*auto-recetarnos un itinerario nuevo, encontraremos...