El repartidor de garrafones de agua
Antonio
García Velasco
En
el piso no contestaban tampoco: "Es raro: la señora me aseguró que estaría
en casa esperando el agua".
Llamó
en el piso contiguo:
—Perdone,
¿ha salido la señora? —preguntó al abrirse la puerta, señalando la que
permanecía cerrada.
—No.
Supongo que no. Al menos la puerta no se ha oído, —respondió Jacinto.
—Es
raro. Me dijo que estaría en casa y necesitaba el agua urgentemente.
—Espere
—entró Jacinto y volvió al momento— ...Ella nos ha dejado su llave. Por si pasa
algo, ya sabe. Como es mayor para tener el timbre asistencial exigen que un
vecino pueda abrir la casa...
Abrió
la puerta con cierto recelo: "Si no hay nadie, puede dejarle la
garrafa".
—Sí,
claro. Doña Amparo es una buena cliente.
El
agua de la pecera estaba efundida por todo el suelo de la vivienda. Los peces,
muertos sobre la mesa, la solería y los pedazos de cristal. Como si alguien
hubiese golpeado el recipiente para romperlo. El dispensador de agua tenía el
garrafón lleno.
—¡Y
la urgencia con la que pidió que viniera?
En
aquel momento, con aspavientos apoteósicos, apareció doña Amparo acompañada de
dos policías:
—Ellos
son, ellos son... ¡Son ellos los que me han roto la pecera!
De nicolasgh2015@gmail.com
ResponderEliminarLA RAZÓN DE LA SINRAZÓN
En este Microcuento se distinguen dos textos distintos:
En el primero, más extenso, los dos protagonistas razonan de forma lógica y natural.
En el segundo, muy corto, la protagonista finaliza el cuento con un juicio temerario, sin consistencia..., un dislate.
¿Cuál es la razón de esta sinrazón?
Para pensar racionalmente se necesita un método (método, etimológicamente, significa "camino") que en su más corta expresión se podría enunciar:
OBSERVACIÓN E INTERPRETACIÓN
El repartidor del agua observa que no contesta nadie y concluye que no está la dueña... Etc.
Pero la protagonista, al final, irrumpe en la habitación "con aspavientos apoteósicos", a tontas y a locas, y se atreve a pontificar:
"Son ellos los que me han roto la pecera".
Sin observación atenta y reposada, no hay elementos de juicio, ni puede haber una "interpretación veraz".
El padre de este método universal de pensar, es un cordobés que vivió en el siglo I de nuestra Era, su nombre es Lucio, pero es más conocido como Séneca.
Los avatares a los que está sometida la mente humana han tenido siempre innumerables génesis, a su vez, al albur, cada una, de complejas variables. En los albores del siglo XXI, la crispación social, el estrés generalizado y el aislamiento al que nos encaminan los medios de comunicación en sus redes depredadoras, acorralan el pensamiento propio (nacido de la coparticipación), relegan las tertulias respetuosas, deprecian el sentido común con cizañas ideológicas incontrovertibles... En este contexto, más que nunca hemos de desplegar el sentimiento compresivo ante la confusión de algunas personas en situaciones concretas, e, incluso en continuos altibajos. Necesitamos menos artificios y volver a la naturalidad, consustancial al ser humano. Agradeceremos ese retorno a la paz de espíritu para discernir y tomar las decisiones que nos mejoren. ¿Seremos capaces de emprender ese rumbo hacia nuestra esencia?
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