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viernes, 12 de noviembre de 2021

078 Microcuento HIDROPESÍA, HIDROPOESÍA

 

Hidropesía, hidropoesía

Antonio García Velasco

 

Dijo que sus creaciones literarias eran hidropoesía. Ciertamente estaba afectada por hidropesía y se mostraba hinchada y de cuerpo casi deforme. Afirmaba que sus hidropoéticos textos eran propagativos e integrantes de un martillo con el que se ha de martillar la violencia.


—Martillar o martillear ya implica violencia —le dijo él—. La guerra no se combate con la guerra.

—Mucho habría que discutir.

—¿Discutir o dialogar? Es que hasta el lenguaje se llena de palabras que connotan violencia. Los críos se pegan entre sí, como si los seres humanos llevaran la violencia en sus genes.

—El martillo es una herramienta de construcción de muebles, de edificios, de sociedades mejores. Por otra parte, mi hidropoesía es pacífica, promotora de la paz, del respeto, de la tolerancia, de la igualdad, de la solidaridad. Hará escuela la hidropoesía.

—Pero tú lo que padeces es hidropesía.

—Ya me estás atacando, compañero. Me echas en cara mi mal y no atiendes a los rasgos caracterizadores de mi obra.





miércoles, 27 de octubre de 2021

077 Microcuento EL REPARTIDOR DE GARRAFONES DE AGUA

 

El repartidor de garrafones de agua

Antonio García Velasco

 

El distribuidor de garrafones de agua para los dispensarios de los domicilios particulares llamó al timbre reiteradamente y nadie contestó. "La señora me aseguró que estaría en casa... ¡Qué raro!". Y, sin pensarlo dos veces, aprovechó la salida de un vecino para entrar en la casa, cargado con la garrafa.

En el piso no contestaban tampoco: "Es raro: la señora me aseguró que estaría en casa esperando el agua".

Llamó en el piso contiguo:

—Perdone, ¿ha salido la señora? —preguntó al abrirse la puerta, señalando la que permanecía cerrada.

—No. Supongo que no. Al menos la puerta no se ha oído, —respondió Jacinto.

—Es raro. Me dijo que estaría en casa y necesitaba el agua urgentemente.

—Espere —entró Jacinto y volvió al momento— ...Ella nos ha dejado su llave. Por si pasa algo, ya sabe. Como es mayor para tener el timbre asistencial exigen que un vecino pueda abrir la casa...

Abrió la puerta con cierto recelo: "Si no hay nadie, puede dejarle la garrafa".

—Sí, claro. Doña Amparo es una buena cliente.

El agua de la pecera estaba efundida por todo el suelo de la vivienda. Los peces, muertos sobre la mesa, la solería y los pedazos de cristal. Como si alguien hubiese golpeado el recipiente para romperlo. El dispensador de agua tenía el garrafón lleno.

—¡Y la urgencia con la que pidió que viniera?

En aquel momento, con aspavientos apoteósicos, apareció doña Amparo acompañada de dos policías:

—Ellos son, ellos son... ¡Son ellos los que me han roto la pecera!