El visco del bizco
Antonio García Velasco
El bizco Bieito, para cazar pajarillos, zampuzó
el viscoso visco entre las ramas. No advirtió la cavidad del tronco del árbol
y, al bajar, le mordió la serpiente que allí tenía su habitáculo.
Tres días permaneció el hombre cuidado por
aquella extraña mujer de dudosa fama entre ciertas gentes del pueblo, donde se
rumoreaba que tenía amores secretos y apasionados con Alfredo Rubio, el
veterinario. No obstante, acudían a ella en los casos sin soluciones médicas oficiales.
Reflexionando sobre lo bien cuidado que había estado por aquella mujer y observando que era hacendosa, atractiva y hermosa, más por interés que enamorado, dijo:
—Marichu,
quiero que te cases conmigo.
—Lo siento, amigo, soy mayor que tú y no
me gustan los hombres que miran torcidamente.
—La gente va a murmurar por los tres días
que he permanecido en tu casa.
—Debes saber bien que lo que diga la
gente se desvanece antes de llegar a mis oídos y, si llega, me resbala. Por una
entra, por otra sale. Anda, vete, que ya estás curado.
El bizco Bieito, más despechado que agradecido, pregonó por todas partes que había pasado tres noches durmiendo en
casa de Marichu. Algunos ni lo creyeron.
Querido Antonio:
ResponderEliminarComo siempre un micro de excelente calidad. En todos los pueblos suele haber un vizco (que los que estamos investidos de conocimientos superiores de química le llamamos sesquióxido de antimonio por la fórmula Sb2O3, "ese ve dos o tres") y una curandera. la relación, aunque accidental, muestra la importancia y el misterio que rodea a este oficio de curandera al que tanto se requiere cuando ya está todo perdido.
Magnífico relato que, pese a su brevedad, invita a estirar del hilo de la imaginación y recrearse ante una situación en apariencia estrambótica pero plagada de realismo. Aquí cada ser viviente cumple su función que para eso vinieron a este mundo, se intuye que en la Galicia ancestral. El tal Bieito cometió el error de no percatarse de la existencia de la serpiente quien, invadido su territorio, no dudó en dar su merecido al intruso. Suerte que pudo correr a tiempo y llegar a casa de la bruja para ser tratado con pócimas extrañas pero resolutivas. Tres días como huésped le hicieron abrigar además serias esperanzas de que ese conato con el que soñaba se hiera realidad. Pero tararí que te ví porque la dama no estaba para muchas gaitas, se deduce. Despechado, el hombre se entretuvo después en dejar en mal lugar a su benefactora. Nada nuevo bajo el sol porque la condición humana de muchos individuos no atiende a razones. ¿Tuvo la vizquera parte de culpa en esta historia? No lo creo. Existen gentes con vista de lince que yerran de modo sistemático por el camino. En cualquier caso, como ingrediente literario, aporta cierto morbo. En fín, extraordinario micro cuento, una vez más. Gracias Antonio por tu imaginativa descripción. / Saludos, Joaquín Palmerola
ResponderEliminarNicolás García Herrera
ResponderEliminarEs un hecho constatado que, el padecimiento de una discapacidad o de un defecto físico, produce consecuencias en la actitud del sujeto paciente. Unas veces buenas y otras malas...
En el caso de este protagonista, su estrabismo lleva aparejado un torcimiento moral: un ejemplo es su mala intención tratando de engañar a la bruja...
Por mi parte, conozco un ejemplo de todo lo contrario:
El abuelo Nicolás, a sus 7 años de edad, quedó ciego por accidente.
Con voluntad y decisión, se aplicó al trabajo personal y llegó a graduarse en Magisterio. Leía y escribía perfectamente en Braille.
Estudió piano. Daba clases. Tuvo una familia y sus hijos estudiaron y fueron buenos profesionales...
Tenía un humor socarrón y amable...
A sus nietos nos invitaba a chocolate con churros, cuando lo visitábamos...
Es la voluntad personal, y no el azar de la vida, el factor determimante en nuestro real modo de ser y vivir.
Muy bonito cuento donde se refleja la conciencia de la sociedad a considerar a una mujer sabia, buena y con criterio propio como bruja en vez de como hada o simplemente como mujer.
ResponderEliminarPor su parte el bizco,aunque no lo fuera,tenía una visión torcida de la realidad y una mente viscosa./María Serena.
La ingratitud se muestra en nuestra sociedad como moneda de cambio y olvido con demasiada frecuencia. Pesan más la prepotencia y el egocentrismo que poner en la balanza del raciocinio ético nuestras sucesivas andanzas. Sin altas miras en la evolución propia a mejor, ¿Cómo afrontamos el futuro?
ResponderEliminarMe ha venido a la memoria cuando he leído el relato, aquellos tiempos de niño cuando se evocaban los cuentos de hadas, y la madrastra de Blancanieves se preguntaba delante del espejo, porque eso era lo que nos contaban, "espejito luciente, espejito de oro quien es la más guapa de estos contornos", y el espejito le contestaba que era ella, la bruja o madrastra.
ResponderEliminarA través de la tradición primitiva y como se nos ha presentado siempre, la bruja no es agraciada, y en ocasiones, tenía remedios para sanar con sus pócimas, como nos cuenta Antonio, según las instancias sociales.
Leyendo el relato, y siguiendo aquellas lejanas historias donde estudié bastante antropología después de leer "Las raíces históricas del cuento" de Vladimir Propp, se podía enfocar a la bruja desde el lado en que lo menciona el autor, porque producía un bien para el inicio de la sexualidad en el arranque de la pubertad, aunque también llevara aparejada la realización de un daño, consistente en romper la iniciadora, concebida posteriormente como bruja, el velo vaginal. De lo que se deduce en el relato que se trata de una bruja "buena, apuesta, hacendosa y hermosa", junto a la visión despectiva de que es "mujer de dudosa fama". Además el autor nos desvela igualmente otros diferentes supuestos de la modernidad o de todos los tiempos:
El bizco la quiere por interés no por enamorado, y ella le rechaza por tener la mirada torcida.
El bizco no reconoce lo importante que ha sido con él por haberle curado, sino que despechado se lanza a la murmuración para hacerle daño; en cambio ella tiene un gesto extraordinario de inquietante desprecio hacia las personas que dudan de ella, porque no le importa lo que puedan opinar.
Ese mundo de personajes donde se tiene la perspectiva de única belleza moral y de carácter, lo rompe el narrador para dar razones más pensantes, donde el estudio de lo bueno y lo malo puede tener muchos apartados.
Me temo que el relato da pie para hablar de variados estudios que se desprenden del mismo. Lo increíble es que de este cuento breve y sencillo, como casi siempre, se saquen consecuencias profundas y diversas