El origen de las secuoyas
Antonio García
Velasco
El viejo
dinosaurio cuidaba con esmero las plantas de su jardín. Sus árboles
desarrollaban troncos voluminosos de ocho metros y alturas superiores a los
cien. Aquel jardín suntuoso y boscoso era motivo de admiración radiosa y de
soterradas envidias.
Ciertas criaturas
indeseables trataron de arrancar algunos de aquellos árboles para
trasplantarlos en sus terrenos. Dejaron hoyos inmensos y del mismo tamaño los
excavaron, pero, al sembrarlos en la nueva ubicación, se volvieron mustios y
carentes de impulsos vitales.
Trataron otros de que el viejo dinosaurio les vendiese parte de sus plantas o sus semillas. Pero él contestaba siempre que no tenía en venta su jardín.
Otros persuadieron
al viejo dinosaurio con halagos y argumentos adecuados para que les transmitiera sus conocimientos.
—No puedes morirte
sin enseñarnos a cultivar esas plantas —le dijeron.
El viejo
comprendió que no viviría tanto como pronosticaba para sus gigantescos árboles.
Optó por enseñar sus secretos a quienes decidieran ser sus discípulos.
Las enseñanzas del
maestro dieron su fruto, pero, inesperadamente, se escuchó una terrible
explosión en todo el planeta. Una densa niebla asfixiante y opresiva ahogó a
los seres vivos de más volumen.
Posteriormente,
otros seres poblaron la Tierra y los humanos, muchos años después, llamaron
secuoyas a aquellos árboles gigantescos que perduraron y se conservaron hasta
nuestros días.
Realmente magistral, bien hilado. La manera de ligar la Ciencia, la Paleontología, con los mitos y la historia de la desaparición de los dinosaurios es portentosa.
ResponderEliminarLa herencia se transforma en un hilo conductor de la experiencia. Hay que cuidarla con mimo; erradicar sus hojas venenosas; infiltrarse la fotosíntesis de la sabiduría continuadora... Todo lo que ayude a conformar nuestro futuro con injertos de mejora.
ResponderEliminarnicolasgh2015@gmail.com
ResponderEliminarDesde luego ha sido un acierto del autor de este Microcuento, tomar como protagonista a este árbol, por su singularidad botánica: es el vegetal de mayor tamaño de este planeta, puede sobrepasar los 115 metros de altura, y tener en la base del tronco, un diámetro de 8 metros.
Y cuenta con una longevidad legendaria. Así, es el caso de una de las especies actuales, cuyo nombre científico, en la nomenclatura de Linneo es "sequoia semper overs", al que se le presume
una vida indefinida... Algo evidentemente sin rigor científico. Peto, incluso en ciencias, se puede hacer, de forma esporádica, con prudencia, una incursión en la imaginación poética,pues además de grato... ¡Es muy estimulante!
Y como aquí nos movemos en una dimensión literaria... Diana.
En la vida todo es incierto, se producen hechos inesperados que cambian el rumbo de la historia. Afortunadamente, enseñar a otros es el pilar de la supervivencia. Tu imaginación en estos microcuentos es infinita. Felicidades por ello.
ResponderEliminarEl microcuento hace referencia al ciclo de la vida en el que algunos seres desaparecen,otros surgen y otros permanecen.Los dinosaurios desaparecieron,surgieron los humanos y permanecieron los àrboles quizás a la transmisión de conocimientos de la especie.En la literatura se va el autor pero permanecen sus obras.
ResponderEliminarEste relato se me convierte en una exposición paralela al cuento anterior de "Minos y el laberinto", como ese engarce que vemos cuando al leer una historia la conectamos con otra anterior. Sus pasajes están relativamente unidos, aunque desemboquen en perspectivas distintas.
ResponderEliminarLos dos relatos se refieren a un pasado lejano; los dos hablan de enseñanzas de maestros; los dos plantean la necesidad de los conocimientos para acabar con la ignorancia; pero a su vez, se distancian por contemplar momentos que se complementan. En uno, se pide ayuda en la terminación del relato, en el otro, se da un paso adelante y se le ofrece la ayuda; en el primero, queda el final como una puerta abierta para acabar con la ignorancia; en el segundo, se termina con ella al proporcionar ese conocimiento, pero hay como una continuación del primero, el de "Minos y el laberinto", porque los conocimientos que se aportan en el segundo, inician nuevos ciclos en la configuración de los seres.
Por eso, en el primero se cierra con "le ruego me ayude a encontrar la salida", que lógicamente es la de la ignorancia; y en el segundo, a través de una "terrible explosión" arranca la época de nuestra historia, la de los seres humanos.
Antonio, a pesar de los cambios efectuados por el transcurso de los años, nos hace pensar que aunque las coas cambien, incluso con "densa niebla asfixiante y opresiva", hay en toda transformación algo que siempre queda del pasado, en este caso concreto; las secuoyas. Habría que recoger aquella idea de que en nuestra reducida historia de siglos, no todo cambia radicalmente, sino que se transforma.
Magnífico relato paleontológico, arqueológico, y fruto de nuestro mundo.
Excelente y muy interesante relato para expresar la importancia de tramsmitir el conocimiento pero, aún así, refleja la incertidumbre y lo inesperado de los acontecimientos de la vida. Todo puede cambiar en segundos. Sencillamente, magistral.
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