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jueves, 6 de enero de 2022

085 Microcuento EL ORIGEN DE LAS SECUOYAS

 El origen de las secuoyas

Antonio García Velasco

 

El viejo dinosaurio cuidaba con esmero las plantas de su jardín. Sus árboles desarrollaban troncos voluminosos de ocho metros y alturas superiores a los cien. Aquel jardín suntuoso y boscoso era motivo de admiración radiosa y de soterradas envidias.

Ciertas criaturas indeseables trataron de arrancar algunos de aquellos árboles para trasplantarlos en sus terrenos. Dejaron hoyos inmensos y del mismo tamaño los excavaron, pero, al sembrarlos en la nueva ubicación, se volvieron mustios y carentes de impulsos vitales.

Trataron otros de que el viejo dinosaurio les vendiese parte de sus plantas o sus semillas. Pero él contestaba siempre que no tenía en venta su jardín.


Otros persuadieron al viejo dinosaurio con halagos y argumentos adecuados para que les transmitiera sus conocimientos.

—No puedes morirte sin enseñarnos a cultivar esas plantas —le dijeron.

El viejo comprendió que no viviría tanto como pronosticaba para sus gigantescos árboles. Optó por enseñar sus secretos a quienes decidieran ser sus discípulos.

Las enseñanzas del maestro dieron su fruto, pero, inesperadamente, se escuchó una terrible explosión en todo el planeta. Una densa niebla asfixiante y opresiva ahogó a los seres vivos de más volumen.

Posteriormente, otros seres poblaron la Tierra y los humanos, muchos años después, llamaron secuoyas a aquellos árboles gigantescos que perduraron y se conservaron hasta nuestros días.