La negación
Antonio
García Velasco
Como si fuese dueño y señor del cortijo,
acababa de subirse el sueldo y tanta era su penetrante infatuación que, cuando
ella rechazó su propuesta de fornicar, se resolvió en rabia hirviente, en
ebullición descontrolada, en ascenso a los cielos nubosos en forma de vapor y
niebla.
─Sólo me he negado a su
proposición. No tengo la culpa de su infarto ─explicó Rocío.
─Era
demasiado vanidoso para aceptar un no. Y menos mal que no te obligó a someterte
al polígrafo de la verdad para ver si auténticamente te negabas o querías
hacerte de rogar.
─Pues lo siento, pero no es no.