domingo, 19 de marzo de 2017

Microrrelato 96 Equimosis alada


Equimosis alada

Antonio García Velasco



Alada, ciertamente, pues la mancha equimótica de la cara se extendía velozmente por toda su piel. ¿Se debía a rupturas caprichosas de vasos sanguíneos? ¿Qué peligro corría? Dermatólogos, traumatólogos y especialistas en circulación sanguínea se pusieron de acuerdo para remediar las manchas y su etiología. Decidieron efectuar un seguimiento de la vida cotidiana del paciente: se levantaba, desayunaba, marchaba a sus obligaciones... Nada anormal. Optaron por una vigilancia nocturna e instalaron cámaras de infrarrojos en la habitación donde el equimótico dormía. Noche sí y noche también, se caía de la cama hasta siete veces; no despertaba y, dormido, se volvía a acostar... Unas veces se golpeaba la cara, otras los brazos o las piernas, el tronco, los muslos... Para curarlo, lo sujetaron con sutiles correas para que no volara solo ni de noche ni de día.

No hay comentarios:

Publicar un comentario