viernes, 9 de marzo de 2018

58 El cirujano poeta


El cirujano poeta

Antonio García Velasco



Le dijo a Elvira, como si la entrecogiese después de una larga espera irrefutable:

-Sí, cierto, yo fui seminarista. Estudié gracias al Seminario, cierto. Mis padres no tenían medios para que estudiara y marchar al Seminario fue la gran solución. Pasado el tiempo, en uno de aquellos tediosos paseos por la ciudad, alineados como soldados de Cristo, te vi. Tu madre vociferó tu nombre llamándote. Y, oh, Elvira, ya no pude olvidarte. Te soñaba, te imaginaba junto a mí. Suspiraba por tu sonrisa, por tu atención... También por tus besos, por más remordimientos que me asaltaran como futuro sacerdote. Bueno, esto era un decir, porque nunca tuve el convencimiento de consagrarme a Dios. Gracias al Seminario, conseguí una fuerte formación lingüística y el amor a la palabra y el amor a ti me llevaron a la Poesía. Poéticos se me antojaban aquellas estrofas que escribía para memorarte. Hoy, comprendo que eran ripiosas y muy alejadas de las auténticas formas poéticas. Pero aquellos fueron mis orígenes como poeta, aunque estudiara medicina a base de becas y mucho esfuerzo. Te he soñado mucho durante toda mi vida. Hoy te encuentro en este lapsus de presentar un libro de poemas... Puede que no deba un cirujano prestigioso descender a las minucias de los versos, Elvira. Puede... Al verte, se me vinieron a la mente los recuerdos del pasado.

-Estoy casada, Germán. Tengo dos hijos.

-Estoy casado, Elvira. Dos hijos tengo también. Pero ella me dejó en la soledad, en el estudio, en la entrega a la medicina y a la poesía. Hoy estará riéndose a carcajadas, pues, como la de Bécquer, pensaba que un poema sólo es bello en un billete de banco escrito. Pienso que hasta con el bisturí hay que ser poeta de versos bellos, bien medidos, perfectos. En cada hilo que cierre una herida hay que poner el alma de los versos, el arte de lo bien hecho. Esto lo hago por profesionalidad y escribo versos con el sudor de mis capacidades lingüísticas. Ignoro qué me cuesta más: la escritura de un verso o la salvación de una vida en el quirófano al que se ha confiado el enfermo. Piensan, no obstante, que un médico como yo pierde el tiempo cuando se pone a escribir poemas.

Ella arrancó recitando a Jovellanos:



Ríñenme, bella Enarda,

los mozos y los viejos,

porque tal vez jugando

te escribo dulces versos.

"Debiera un cirujano",

susurran, "más severo,

"de las livianas musas

"huir el vil comercio".

"¡Qué mal el tiempo gastas!",

predican otros. Pero,

por más que todos gruñan,

tengo de escribir versos:

quiero loar de Enarda

el peregrino ingenio

al son de mi zampoña,

y en bien medidos metros;

quiero de su hermosura

encaramar al cielo

las altas perfecciones;

de su semblante quiero

cantar el dulce hechizo,

y con pincel maestro

pintar su frente hermosa,

sus traviesos ojuelos,

el carmín de sus labios,

la nieve de su cuello;

y váyanse a la... al rollo

los catonianos ceños,

las frentes arrugadas

y adustos sobrecejos;

que Enarda será siempre

celebrada en mis versos.



-Gracias por el cambio que has hecho. Gracias por decir cirujano y no magistrado como dijo Jovellanos. Que bien conozco el poema. Aunque también escribo sobre temas ajenos a lo amoroso.

-Te mereces lo mejor -dijo Elvira besándolo en la mejilla a modo de despedida.



Se vio de nuevo en el Seminario, soñando con aquella mujer. Vino a interrumpir su ensoñación la llamada en el móvil: en el Clínico lo requerían para que salvara la vida a un accidentado en un prosaico choque de automóviles. ¿Podría un médico escribir versos líricos sobre el prosaísmo de los renglones torcidos de la enfermedad?




2 comentarios:

  1. Loable, Antonio, el paralelismo que estableces entre realizar una cirugía y componer un poema. Probablemente, se complementen las actuaciones encaminadas a salvar vidas con los itinerarios para conocer el alma. Y reconocernos en la vida y en el alma, recíprocamente, una a través de otra.

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