El discurso
político
Antonio
García Velasco
Pese
al aguijonazo que le producían sus hemorroides, Adela Casciani, estuvo
brillante en su discurso, embrujó con su labia, convenció con su verbosidad
chispeante y, por supuesto, persuasiva.
-Mis
más sinceras felicitaciones -le dijo el Secretario General del Partido.
-Pues
más fastidiada estoy -respondió ella, sonriendo, no obstante.
-Debes
estar satisfecha por los aplausos recibidos. Tu discurso ha sido genial.
-Pero
las almorranas no me están dejando vivir -bajó la voz hasta hacerla
confidencial.
-El
resultado de las próximas elecciones será como un referéndum unánime a nuestras
propuestas de gobierno. Ganaremos.
-¿Y
pondremos en marcha una sanidad eficaz, garante de las salud de todos los
ciudadanos?
-Y
de las ciudadanas que padezcan hemorroides -sonrió el Secretario.
-No
me hace ninguna gracia. Ya tendrías que estar como yo.
-Hay
remedios, Adela.
-¿Y
te crees tú que no me los aplico?
“Disculpa”,
añadió. Se retiró a los servicios y se dio cuenta de que sangraba por salva sea
la parte.
Murió
desangrada antes de que la ambulancia llegara al hospital. Su magnífico
discurso electoralista quedó como una simple marca en el recuerdo.
Ante una sociedad con tendencia ascendente al materialismo, incluyendo en éste el poder, a veces caemos en la tentación de minimizar la salud. Como si pudiéramos comprarla apelando a las mentes más clarividentes y el acceso a la tecnología avanzada. El menosprecio del humanismo nos hace ensalzar los discursos, las actitudes y la personalidad triunfadora. Pero, dentro del triunfo actual hay una sangría de valores. Si la felicidad reside en la ética clásica: disfrutar haciendo el bien a los demás, estamos ante la macabra moda de un suicidio moral colectivo que aboca, para recuperar aquello que nos produce dosis de contento, en soledades eremitas inevitables. De ese arrope y bagaje en retroalimentación continuada penden los quebradizos hilos de un cambio esperanzador a corto plazo.
ResponderEliminarJuan de Humi, si mi microcuento ha sido capaz de suscitar tu comentario, ya me doy por satisfecho. Tus palabras ofrecen un contrapunto reflexivo digno de toda consideración. Gracias.
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