El brebaje de la semana
Antonio
García Velasco
Estaba
en su cocina y, sobre un platillo azul, colocó el vaso de un brebaje
embriagador. Sus vecinos la llamaban "Bruja", pero, en realidad, era
una mujer de amplios conocimientos sobre plantas y sus propiedades medicinales,
excitantes o relajantes.
No
era la primera vez que preparaba una pócima como aquella para complacer a su
visitante después de otras complacencias más íntimas.
-Don
Lorenzo de Silva y Manzano, aquí tiene su bebida favorita -dijo sirviendo sobre
la mesa el platillo con el vaso, al alcance del hombre.
-Magdalena
Cervantes, te he dicho mil veces que no me hables de usted.
-Don
Lorenzo, por su cargo de magistrado, me merece mucho respeto.
-Pero
somos amigos, Magdalena.
-Somos
amigos, cierto. Y amantes. Pero no dudaría en condenarme si me acusaran de
bruja.
-Para
mí sólo eres una mujer sabia. No tengo yo los prejuicios de otros sobre la
supuesta superioridad del hombre. Creo en la igualdad de los sexos, pues ambos
poseemos las mismas capacidades intelectuales -dio el primer trago del brebaje-
¡Excelente! Es más, Magdalena, si por mí fuera me casaba contigo: tus consejos, tus cuidados, tus afectos no tienen parangón.
-Sabe
que eso es imposible. Su familia es noble, señor.
-No
me llames señor -dijo él con rotundidad, dando el segundo trago a la bebida-.
¡Magnífico! Te superas cada día.
-Me
halaga -respondió Magdalena, advirtiendo ya en su visitante los síntomas de la relajante embriaguez.
De
hecho, la conversación quedó en aquel punto, pues, la cabeza de don Lorenzo
cayó sobre su propio brazo encima de la mesa. Lo acompañó la mujer a un
camastro, lo tapó con esmero y lo dejó dormir.
A
la mañana siguiente, don Lorenzo de Silva y Manzano se sentía un nuevo hombre,
dio las gracias a su anfitriona y marchó a sus ilustrísimos quehaceres.
Diez
años más tarde, el juez De Silva y Manzano se vio obligado a firmar la condena
a la hoguera de Magdalena Cervantes Hidalgo, acusada de practicar la brujería.
La cobardía es inherente a formar parte (sobre todo con papel predominante) y ser leal a las coordenadas fijadas en sociedad de cada época. La libertad siempre se reduce, en la práctica, al apunte de un conato revolucionario, pero sin no renegar con actos de las normas imperantes. Si D. Lorenzo hubiese juzgado a Magdalena por sus creencias íntimas, la hubiera salvado. Le convino juzgarla con las leyes del momento, sin atreverse a sentar una jurisprudencia basada en su ética. Prefirió salvarse él. Sí, eso es cobardía y dejación de libertad.
ResponderEliminarQuise decir:... pero sin renegar...
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