El monóculo de Sergio Cayo
Antonio García Velasco
Aunque
habían tanteado el telar con el rigor acostumbrado, al cambiar los telones para
la cuarta escena del drama que se estrenaba, se cayeron las bambalinas con
singular estrépito y embestida. Sergio Cayo, el actor, no pudo lucir su
monóculo en el punto cumbre de la representación: se hubo de suspender la
función e improvisar un medio para que el público pudiese acudir de nuevo al
teatro o recuperar el dinero.
Todos
salieron decepcionados sin saber lo que iba a ocurrir con la doncella violada, con
la inseguridad de los niños, con el anciano robado y vilipendiado, con el
policía empeñado en poner orden y restablecer la justicia en aquel barrio
marginado en el que la delincuencia parecía campar con patente de corso,
permisos de okupaciones y libre mercadería de estupefacientes.
—Es
muy desagradable lo ocurrido y los responsables tienen que rendir cuentas.
—Bueno,
al fin, es una ficción cuyo desenlace podemos ver mañana.
—Una
ficción que se basa en la realidad más cruda y actual en muchas ciudades de la
nación.
—¿Y
la solución que nos dé la obra, por muy artística que sea, no se puede
trasplantar a la realidad?
—El
arte no tiene que dar soluciones: sólo plantear problemas.
—Pero
ya sufrimos el problema en la vida cotidiana...
—...
y al arte se le caen las bambalinas.
—Aun
así, es necesaria la denuncia. Quizás no sea casualidad el incidente.
—¿Es
que van algunos a tener interés en que el drama no se represente?
—En
ese caso nos despedimos de saber lo que consigue el policía en un barrio tan
conflictivo.
—Siempre
tenemos el recurso de leer la obra.
—O
preguntar al autor.
Cierto,
cierto, cierto, pero el dramaturgo había desaparecido: ni empresario, ni
actores supieron la causa y la obra, sin aparentes motivos, quedó suspendida
definitivamente. Sergio Cayo, después de ensayar tanto para llevar el monóculo
con soltura, sólo esperaba una nueva oportunidad para lucir su habilidad.
De nicolasgh2015@gmail.com
ResponderEliminar¡Horror, Sergio Cayó "no pudo llevar con soltura el monóculo...!
Y tal minucia, provocó la debacle...:
cese de la función teatral, problemas económicos con la devolución de entradas, irá de personas, etc.
Para mí, que esta situación es una muestra clara de la presencia de un mal, muy frecuente en bastantes personas: la falta del "sentido de la medida de las cosas".
¿No aprendemos de nuestras experiencias vitales?
Basta con haber sufrido a fondo en alguna ocasión para entender el valor de todo lo humano que nos afecta.
En palabras de Gogol:
"A través de los sufrimientos y las penas nos es dado adquirir esa pizca de sabiduría que no se aprende en los libros".
En la obra del gran teatro del mundo, aunque sale y se pone el sol para todos en su ciclo natural, con demasiada frecuencia se ensombrecen partes de la sociedad a la que pertenecemos, sin que encontremos sentido a tal oscurecimiento. ¿Verdad que sí, Pedro Calderón de la Barca? Las letras de las aptitudes sólo forman palabras, párrafos, capítulos, obras... a tener en cuenta por los demás, si los dioses efímeros de cada tiempo no captan una riada que amenace sus sempiterno pies de barro y ojos estrávicos merced a la desorbitada presión ocular de la codicia. Lo que merma el efecto benefactor de cualquier arte, ya de por sí rebelde ( en tanto alternativa novedosa) con estética y contenido.
ResponderEliminarEs un relato corto en su forma y largo en su fondo, es politópico entendiendo que toca muchos puntos a la vez, como la vida misma. Cada sujeto prioriza sus preocupaciones y deseos, la de Sergio Cayo es lucir su monóculo con la gallardía requerida al interpretar la obra, su ego de actor se sobrepone a todo lo demás.
ResponderEliminarInteresante reflexión sobre el arte: “El arte no tiene que dar soluciones: sólo plantear problemas”, dice. Pero el arte no plantea problemas en el sentido clásico, sino que intenta despertar el interés del observador para interpretar y comprender la obra; aquí lo despertó creando la inquietud por cómo se resolvería toda la interesante trama reflejo de la sociedad donde se vive. El teatro también es un juego de roles que instruye o presenta situaciones ficticias y reta al espectador a su comprensión proyectándose en la misma y, si acaso, identificándose con algún protagonista. En esta situación denuncia una realidad social con problemas de orden y al arte, que debería elicitar soluciones, se le caen las bambalinas. No hay soluciones, la inconclusa representación no las permite, lo que viene después es una incógnita al igual que lo es el mañana al que se ha de enfrentar cada espectador.
¿La huida del autor es a conciencia?, me pregunto; porque sin verse la obra ya creó expectación… estrategia de marketing o negarse a asumir posibles consecuencias tras la suspensión por el accidente del escenario, si bien la culpa no sea suya sino del atrezo.
Sergio Cayo, hombre práctico, ya busca otra oportunidad donde presumir de monóculo, que para él es lo importante… y cada a lo suyo. Así es la vida.
Una vez más el microcuento nos lleva a los azares de la vida , por un suceso inesperado no se puede terminar la función.Creo que damos demasiada importancia al desenlace de la obra, lo verdaderamente importante es el nudo porque una vez planteado el conflicto se presta a varias soluciones que uno puede imaginar.
ResponderEliminarPor otra parte el elemento del monóculo me parece un poco anacrónico si la obra representa una realidad acual./María Serena.
Nada es anacrónico en un relato. Todo es actual en laS épocas contextualizadas. No hemos recorrido tanto camino humanístico como para desvincularnos de "los siete pecados capitales".
ResponderEliminarEl arte como instrumento de denuncia social ha sido una constante de todos los tiempos y lo seguirá siendo. Junto a los científicos, los artistas contribuyen a la evolución del mundo. Desafortunadamente los graves problemas sociales no solo se dan en las zonas marginales, la corrupción, manipulación, abuso de poder..., se dan entre las élites más privilegiadas, sin afán de solucionarlo por quienes pueden, o sin autoridad a veces para conseguirlo. La lucha de clases es el gran teatro inconcluso de la vida. Aún así la humanidad tiene que seguir creyendo en la justicia y los ideales, eso le da fuerza para alcanzar, aunque sea poco a poco, el bien común. Sigamos usando el arte, cada uno en su ámbito, esa es nuestra opción.
ResponderEliminarMaría Serena, gracias por tu comentario. Como se las doy a todos los demás. El monóculo puede también interpretarse como el ego del actor que se queda sin el lucimiento personal al haberse suspendido la representación. Juan así lo ha interpretado al decir que nada es anacrónico en un relato. Nada que tenga una función en el conjunto de la obra artística. Gracias.
ResponderEliminarTodos mis comentarios están hechos desde el respeto y la cordialidad. Y en la línea de lo estrictamente literario. Cada lector interpreta los textos que lee desde su óptica. Creo que en la trama de los microrrelatos suelen latir paradigmas simbólicos. Intento descubrirlos. En ese intento las aportaciones las connota la matización complementaria. Lástima que un escrito sea difícil plasmar el tono conciliador, la sonrisa, la buena acogida... a quienes compartimos el amor por la escritura. Démoslo por asumido.
ResponderEliminarRealidad y ficción se superponen. Muy original relato para explicar ciertas incongruencias. Mi enhorabuena y admiración.
ResponderEliminarSe abre el telón y todo cae con estrépito como si se ocultara tras el derrumbe de las bambalinas los problemas que incluso siendo ficción (como diría un gran crítico, "por eso es una farsa") se mueve dentro de la realidad más absoluta; y así enumera situaciones reales como "la "mujer violada", "la inseguridad de los niños, "el robo", "la policía en su intento de poner orden", "los estupefacientes".
ResponderEliminarQue es una ficción, toda obra de teatro lo es, pero dar a conocer lo que la realidad contiene, es fruto de ese testimonio social por donde muchas veces se quiere encauzar.
Al leer este relato se me vino un paralelismo entre lo que hace tiempo, en época más convulsiva, se quería mostrar de la realidad de manera teatral o cinematográfica. Y siempre he entendido, como hombre de teatro, las buenas razones que expone el autor: yo no soluciono problemas, los planteo.
Eso me ocurrió hablando como autor teatral con un fiscal cuando le dije que no era una solución establecer metros de distancias entre un hombre y una mujer amenazada: siempre, le expuse, que puede el amenazante salvar la distancia para ejecutar su amenaza. ¿Entonces tú que haría?, me preguntó. "Bueno, le dije, yo planteo el problema, la solución os corresponde a vosotros y a la policía".
Antonio relata estos hechos con precisión, para cuyo fin afirma: el arte no da soluciones, plantea problemas. Ciertamente el arte no debe convertirse en juez, sino en un elemento exponente de la realidad a través de la denuncia.
Al sistema colectivo de los problemas enumerados se superpone la voz del actor preocupado por su individualidad, que demuestra los egos que tienen algunos, sean actores o profesionales de otros medios.
El final me recuerda a "Blow Up" de Antonioni, donde la ficción y la realidad se mezclan de tal manera que existiendo el hecho en sí, captado por la cámara de fotos, se diluye, se desdibuja y no queda nada, como la huida del dramaturgo al final del relato de Antonio, y por eso dice "ni empresarios ni actores supieron la causa y la obra..."