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miércoles, 10 de mayo de 2017

Microrrelato 135 Amor, distancia y dinero


Amor, distancia y dinero

Antonio García Velasco



Es adorable. Desde que nos conocimos, me entiendo con ella a la perfección. Entre nosotros hay muy buena química, tal como se trivializa ahora. Pero, ir a Chillán para verla supone un vuelo de 21 horas con un costo superior a los mil doscientos euros. Según me informan, un hotel de tres estrellas me costaría unos 60 euros por noche. Podría, quizás, alojarme en su casa, aunque ignoro las costumbres de aquella lejana región chilena. Mi salario es pequeño, basura se diría, y puedo perder el empleo si me voy. Tengo que pagar piso y comer cada día. Distancia y dinero constituyen, pues, los dos graves inconvenientes de nuestro amor. Porque, ¿cuánto nos durará la fidelidad conversando y viéndonos las caras por medio de Internet y los programas de comunicación telefónica? ¿Cuál es nuestra esperanza? ¿Y nuestro futuro?

viernes, 8 de agosto de 2014

Del poder y el dinero

Del poder y el dinero 
Antonio García Velasco

 Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, en un país tenían la costumbre de elegir a un hombre como señor para un solo año, durante el cual lo obedecían en todo. Pero al terminar el año, le quitaban cuanto poseía, lo llevaban a una isla desierta y lo dejaban desnudo, sin permitir que nadie lo acompañara. 


Urge, sin duda, arreglar –regular- los asuntos político-sociales y dejar fijados sueldos, prebendas, privilegios, pensiones de los políticos. Como urge solucionar el problema del paro y el de las desigualdades sociales. Una acertada justicia distributiva nos proporcionaría grandes beneficios a todos. Pero, a la corta, perjudicaría a quienes tanto han “trincado” de la sociedad en la que vivimos, dueños del poder, por otra parte. Y, al fin y al cabo, ¿para qué? ¿Para tener los millones almacenados en bancos foráneos? ¿Para disfrutar de una tranquilidad por el respaldo de lo que han guardado? ¿Por alardear de poder y dinero? ¿Para ser o tener más que otros? (Ser y tener son cosas bien opuestas). ¿Para sentirse pagado por su “astucia”, “gobierno”, “gerencia”, “manipulación”? ¿Por ambición sobrada?

 Si estuviese escribiendo un sermón recordaría aquello de “Por este mundo vano, fugaz, perecedero, / no pierdas nunca el otro, mucho más duradero”. Pero los sermones son para los curas y obispos en las iglesias y hoy nadie parece escucharlos y seguir una conducta para ganarse el cielo, acaso sí, “el pan nuestro de cada día”.

Si fuese un juez indagaría para ver el crimen que siempre se esconde tras las grandes y muchas medianas fortunas. Y, acaso también, de los grandes sueldos desorbitados e injustificados. Pero, ahora, sólo soy una persona que reflexiona, piensa en voz alta, copia sus pensamientos con un teclado y un procesador de textos, gracias a una máquina multiusos. Acaso el consuelo de formar parte del Humanismo solidario y de imaginar mundos utópicos y plasmarlos en una novelita como “Lejano siglo XX”.