Mostrando entradas con la etiqueta marido. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta marido. Mostrar todas las entradas

sábado, 27 de noviembre de 2021

079 Microcuento LA PISTOLERA

 

La pistolera

Antonio García Velasco

 

Abrió de nuevo la pistolera y se pasó varias horas contemplando el arma. No se atrevía a tocarla. En su paroxismo no estaba segura de haber disparado. Pero no se atrevía a tocar el cañón para comprobar su temperatura. El tiempo transcurrido habría borrado la huella térmica. Pero, aun así, no hizo otra cosa que cerrar el estuche y guardarlo en el último rincón de la cómoda...

—¿Te irás de viaje ahora que todo ha pasado? —le preguntó su madre.

—¿Todo? ¿Qué ha pasado? ¿Qué es lo que he estado haciendo?

—Tu marido ha muerto. Un disparo acabó con su vida. Sin ese final, él hubiese acabado contigo. Más que merecido lo tenía.

—Nadie merece una muerte violenta —dijo ella.

—No han encontrado aún el arma homicida.

—¿Qué arma, mamá, qué arma?

 

 

viernes, 10 de abril de 2020

0022 Microcuento LA CONTAGIADA


La contagiada

Antonio García Velasco



Una posta que falta en el lugar adecuado, ¿quién ha ordenado su desaparición?; un hombrecillo burlón de color pardo amarillento, ¿por qué se ríe?... ¿Podría ser peor el panorama? Tampoco la mujer lo esperaba en casa, pues se había ido a emperrarse bajo un piojoso infectado de una enfermedad maligna. No lo sabía, ciertamente. "He ido a visitar a mi madre", dijo al volver. Quedó tocada y, a los pocos días, ni podía respirar bien, ni podía con sus huesos, tosía, tenía fiebre alta, sangraba por la nariz... El marido, alarmado, la llevó al médico, que no supo que mal le afectaba. "Al hospital", dijo. Ya era tarde cuando llegó.



Tras los días de duelo, cuando emprendió un nuevo viaje, al salir de la villa, se topó con la risa burlona de aquel individuo de color bayo.

-¿Por qué se ríe? -preguntó como para sí mismo.

-¿De verdad quieres saberlo? -le respondió el compañero.

Asintió.

-Ese amarillento pardo fue el alcahuete que llevó a tu mujer a los brazos de quien le contagió la enfermedad.

-¡Lo mato! -exclamó.

-Ya se ha encargado la parca de ajustarle las cuentas. No fue tu esposa la única que metió en su cama depravada... Todas han muerto acusando los mismos síntomas. ¡Dios nos proteja!

-Amen -dijo el viudo arreando los caballos con indignación y malhumor.