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martes, 18 de octubre de 2022

100 Microcuento EL ESPIRITISTA AMBICIOSO

 

EL ESPIRITISTA AMBICIOSO

Antonio García Velasco

 

En 1857, Allan Kardec fundó el espiritismo. No podía imaginar que, en el siglo XXI, casi doscientos años después, su discípulo Luis Baena, utilizara la comunicación con los espíritus para descubrir oro escondido en cualquier lugar del mundo.

Según él, un espíritu noble le reveló que allí donde se clavara la flecha disparada desde la aspillera cuarta del castillo, escondió su botín de guerra. Su quehacer obsesivo fue buscar el arco que disparara la flecha que había de señalar el preciso lugar donde excavar para encontrar el tesoro.

Se planteaba el problema de la potencia de disparo del arco del guerrero difunto comparada con los arcos deportivos que existen de la actualidad. Compró un arco similar al de los tiempos remotos y, en la visita al castillo, localizó la aspillera, disparó la flecha y salió presuroso del recinto medieval para encontrar, en el campo boscoso, su saeta. Alrededor de la misma puso en marcha el detector de metales subterráneos. Donde la señal se hizo intensa, comenzó a cavar.

El guardabosques interrumpió su labor y él no supo, o no quiso, dar explicaciones. Abandonó la búsqueda con el propósito de volver hasta encontrar el deseado tesoro.

 

lunes, 2 de abril de 2018

66 El cuelmo


El cuelmo

Antonio García Velasco



Encendió su cuelmo para recorrer el largo pasadizo oscuro. La luz que proporcionaba la llama no era suficiente para iluminar sus pasos: a veces tropezaba con piedras del suelo no evidenciadas por la escasa iluminación. Mas persistió en su empeño, acaso irrenunciable.

"La vida, se decía, es también un recorrido que nunca está suficientemente iluminado. Tratamos de aprender, tratamos de hablar otros idiomas, anhelamos una cultura amplia y unos conocimientos científicos del universo y, en general, tenemos que conformamos con la escasa luz de una astilla de madera resinosa que encendemos en nuestro desamparo. Pero seguiré buscando afanosamente por este largo pasadizo que mi hacha alumbra de modo precario".

Una nueva piedra le hizo tropezar, interrumpiendo su meditación. Acercó la llama al obstáculo y descubrió los puntos dorados que brillaban en la roca incrustada en el suelo.

-¿Oro?

Se afanó en arañar aquella superficie con su cuchillo y consiguió extraer varias pepitas del metal precioso. Se le desplegaron las ramas de la dicha y sintió la tentación de quedarse extrayendo más y más riqueza.

-No, es vana la ambición de acumular riqueza deteniendo nuestro paso hacia el final del pasadizo que es la vida. Me llenaría los bolsillos de oro que incluso me pesarían a la hora de caminar -se dijo y continuó con las pepitas recogidas hasta el momento.



La astilla resinosa que le servía para iluminarse anunciaba su final. Al percatarse de ello, sintió que una suerte de tenia comenzaba a debilitarlo.

-Debo resistir, aun en la oscuridad próxima que sobrevenga a la consunción de la tea y de mí mismo.



Sus familiares y amigos lo encontraron delirante, febril, repitiendo como con aire sazonado:

-No es la suerte del oro lo que nos salva, es el oro de la suerte de tener familia y amigos. ¿Dónde, dónde están ahora mis familiares, mis amigos? No es la suerte del oro, es el oro de la suerte de mi familia, de mis amigos.



Lo sacaron del pasadizo y lo llevaron a un hospital. Consiguió reponerse. Cuando echó mano a las pepitas que llenaron sus bolsillos, sólo encontró el recuerdo. A reír comenzó y, cuando le preguntaron la causa, contestó de modo desapasionado:

-Tal vez fue una ilusión, una traición de mis sentidos cansados... He soñado que me han robado el oro y no es oro todo lo que reluce.

En el fondo, se le levantó la intención del volver a tropezar por segunda vez en la piedra de las pepitas de oro naranja. Procuraría ir más preparado.