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jueves, 24 de febrero de 2022

090 Microcuento SUPRIMIR PALABRAS DEL DICCIONARIO

 

Suprimir palabras del diccionario

Antonio García Velasco

 

    Nadie habla hoy en día de usucapir, eso de "adquirir por usucapión una propiedad o derecho real durante el tiempo previsto por la ley". ¿Se suprime del diccionario? Ocuparse de suprimir palabras de los diccionarios es oficio de sicarios o, dicho más suavemente, de verdugos. Es como desear que desaparezcan pensionistas porque ya no producen, ya no rinden económicamente hablando, como si no sirvieran para nada. Pero ya trabajaron lo suyo, cotizaron para tener derecho a su merecida pensión. Ahora tienen su utilidad social (familiar o general), cultural (depósito de tradiciones, experiencias y conocimientos), afectiva... ¡Ah, el lirismo, el romanticismo, la utilidad de la inutilidad! Un niño trabajará, rendirá. Un viejo ya rindió, ya trabajó. Es un crimen poner a trabajar a un niño. Un crimen es querer suprimir a un mayor. Un crimen cercenar los diccionarios porque los hablantes desconozcan usos, sentidos, significados... Las palabras muestran nuestra historia, nuestro pensamiento presente o pasado, nuestra relaciones, nuestra visión del mundo... No se puede acabar con lo que somos, con lo que hemos sido...

Estando en este discurso, le sobrevino un ataque cardiaco y tuvieron que llamar a la ambulancia para que lo trasladara a urgencias hospitalarias.

—Bah, tiene ochenta y cuatro años... Tenemos que atender a gente joven. No merece la pena que nos esforcemos en que sobreviva —sentenciaron.



jueves, 11 de enero de 2018

11 Poema inacabado


Poema inacabado

Antonio García Velasco



Se le perdió una palabra que antes había acariciado entre sus manos como una paloma de esperanza y expresividad. Ni en el diccionario, ni en Internet, ni en el procesador de textos de su ordenador, ni, por supuesto, en su memoria pudo encontrarla.

Durante los días sucesivos, encaminó sus mejores esfuerzos intelectuales a localizar el término perdido y resultó una meta inalcanzable. Un dragón de siete cabezas amenazantes es, para un poeta, perder una palabra, no encontrar la voz precisa, adecuada, propia para el espacio en blanco que completaría el verso, dando expresión a su sentimentalidad y visión del mundo. Quedó, pues, como un barco varado en un banco de arena por la bravura de una tormenta.

Repasó en el vocabulario aprendido en otros idiomas por si, acaso, pudiera importar el término extraviado. Sin resultado. Releyó a clásicos y modernos por si alguno la había utilizado y la lectura le devolviese su pérdida.

Su drama no era explicable ni podría ser compartido. ¿Acaso otro poeta lo podría entender? No se atrevió a hacer la prueba. Su composición quedó inacabada, aunque, en el momento mismo de su muerte, aquel término perdido iluminó su despedida.




miércoles, 15 de junio de 2016

La adivinanza

La adivinanza
Antonio García Velasco

Nunca supe leer,
nunca supe escribir.
Pero los libros lees
gracias a mí.

Sí, cierto, se trata de una adivinanza. Pero más fácil que la planteada sobre quién ganará las próximas elecciones. Y con más facilidad que el acertijo sobre el porvenir de España con el gobierno que venga tras esas elecciones.

La respuesta de una niña fue: “Mi abuela”. “A ver, Margarita, ¿por qué tu abuela?” “Porque ella no sabe leer ni escribir, pero es la que compra los libros para mi hermano y para mí. Es que, verá, mi padre está en el paro y mi madre sólo da unas horas limpiando casas. Mi abuela nos ayuda con su pensión y sus ahorrillos. A veces nos compra libros para que no seamos analfabetos como ella”.

Antonio se lo tomó de otra manera y dijo que la respuesta es el papel: “El papel –explicó- no sabe leer, ni sabe escribir, porque no es una persona, pero sobre él se escriben los libros”. “Pero el papel no habla” –le puntualicé para ver su respuesta. Y razonó: “En la imaginación todo es posible, profesor. Pero ya también hay que decir que la respuesta es la tableta, el e-book o el soporte electrónico del libro, ¿no cree?” “Sí creo”, dije, admirado de los niños tan repelentemente sabihondos entre los que impartía el taller de lectura y escritura creativa.

Alba nos dijo que son las letras: “Una letra no sabe leer ni escribir, pero sin letras no hay libros”.  Rosa apuntó que eran las palabras, que tampoco saben leer ni escribir, pero sin palabras no hay literatura, no puede haber libros”.

“¿Alguien da otra respuesta?”. Y fue Ana quien, habiéndose asomado a Internet, dio la respuesta en la que había pensado el autor o autora de la adivinanza: “La imprenta –dijo-. Fue un gran invento y los libros se abarataron a su costa y pudimos leerlos hasta los más pobres. Antes de la imprenta, los libros eran muy caros y salvo los ricos nadie podía costearse una copia”.


¡Qué barbaridad! Estos niños, a lo mejor, nos solucionaban el gravísimo problema de las dos Españas, lamentablemente irreconciliables, en guerra civil permanente, aunque no siempre tenga la belicosidad de los fusiles  o los bombardeos. ¿Lo solucionarán en un futuro?