El explorador Spirit, antes de su desactivación en los suelos de Marte, descubrió que este planeta se encontraba en periodo electoral. Ante tamaña oportunidad, poco importaban los problemas de la composición del suelo rojo, las rocas cotidianas o los tenebrosos cráteres de la vida de cada día.
sábado, 12 de noviembre de 2011
Crónicas electorales marcianas
miércoles, 12 de octubre de 2011
Citas políticamente incorrectas de Jorge Luis Borges
Antonio García Velasco
Recortes
Recortes propios, recortes ajenos
Antonio García Velasco
La guerra política de los recortes entre recortadores proporciona un chirriante espectáculo. “Los recortes que yo hago son justos, justificados, justificables, absolutamente necesarios. Los que haces tú no tienen ningún fundamento, son abusivos y merman los derechos ciudadanos ya consolidados”. “Los recortes que haces tú son contrarios a los derechos. Los recortes que hago yo son los más adecuados para salir de la crisis”. “Estás haciendo tú demasiados recortes sociales”. “Los recortes sociales los comenzaste tú: que si sueldo de los funcionarios, que si pensiones, que si cheque bebé…” ¿Por qué no nos ponemos todos -¡todos!- de acuerdo en los recortes necesarios para solucionar los problemas? Y los explicamos con claridad, que no somos tontos los ciudadanos.
¿Hablar con los 902?
Antonio García Velasco
En otros tiempos te decían que llamar a un 902 era compartir gastos de telefonía entre quienes efectuaban la llamada y quienes la recibían. Y se pensaba que aquello era una deferencia de las empresas, instituciones u organismos diversos. Y se agradecía. Ahora que la tarifa plana se ha “popularizado”, bien por tenerla incluida en el ADSL, bien por otros motivos, ya ignoro lo que significan los 902, porque resulta que estos números proliferan, se extienden, se multiplican, como si las empresas, instituciones y organismos se hubiesen puesto de acuerdo con las telefónicas para seguir chupando de los bolsillos de la clientela. Y, de paso, abaratar los costes en llamadas de tales empresas, instituciones u organismos. Si no, ¿por qué si cada 902 está asociado a un número convencional, aparece aquél y no éste? ¿Por qué no aparecen los dos números y que cada cual llame al que, según sus circunstancias de conexión telefónica, le sea más beneficioso?
No he consultado antes de escribir estas líneas con ninguna asociación de consumidores, aunque me consta que tienen noticias del asunto. Pero ya habrá tiempo de hacer la consulta y, en su caso, demandar lo que corresponda. Escribo a impulsos del malestar –por decirlo con palabras suaves- que produce ver que la factura de la tarifa plana y la conexión ADSL me viene incrementada con unos euros por llamadas a 902, cuando, alguna de tales llamada ha sido, posiblemente, a la misma compañía de comunicación telefónica.
No nos basta con tener las telecomunicaciones más caras –o de las más caras- de Europa, sino que, además, nos graban con la picaresca –presunta- de los 902 a quienes ya pagamos por supuesta tarifa plana. Debemos exigir que, desde ya, las empresas, instituciones y organismos diversos expongan junto al 902 de “pretendida” facilitación de llamadas, el número convencional –provincial- al que éste está asociado, como lo he visto en una empresa de Gestión de Software y Licencias (902123146 | 916638683). Es un ejemplo, que bien podría extenderse a quienes sólo exhiben un 902.
viernes, 2 de septiembre de 2011
No confundir horas lectivas con jornada laboral
Antonio García Velasco
Esperanza Aguirre ha caído en la vulgaridad común de igualar el número de horas lectivas con el número de horas de trabajo del profesorado: “La presidenta de la Comunidad de Madrid ha depositado hoy su confianza en los profesores y en que no vayan a la huelga, entre otras razones porque la legislación "permite u obliga" a incrementar hasta 20 horas su jornada laboral, que es inferior a la del "resto de madrileños"”. Y una cosa son las horas lectivas, durante las que el profesorado se enfrenta a la clase, formada por 25 ó 30 alumnos, cada uno de su padre y de su madre, y otra cosa muy distinta son las horas de trabajo, las horas que no acaban a la salida del colegio o del instituto, que se prolongan en la casa, en las preocupaciones, en la dedicación a preparar las clases del día siguiente, a preparar y corregir exámenes y ejercicios, etc., etc. Y eso sin contar reuniones, atención a padres, a tutorías, a guardias, burocracia –que cada día se han de rellenar más papeles, o documentos “on line”, proyectos, informes, memorias y, como decía mi compañero mal hablado en plata, las leches y las habas que a la administración tiene a bien mandar.
Un día, cuando Jorge Guillén vivía en el paseo marítimo de Málaga, fui a visitarlo, como en otras ocasiones. Me preguntó: “¿Cuántas horas tiene de clase a la semana?”. Por aquella época yo era profesor de instituto –de Enseñanza Media, se decía entonces. Le contesté: “A la semana, 21 horas”. Y respondió: “¡Veintiuna horas! ¡Qué barbaridad! Seguro que le pagan mal”. Él estaba acostumbrado a sus pocas horas lectivas en Estados Unidos, donde, posiblemente, nadie tenía la torpeza de confundir “horas lectivas” con “horas de trabajo” de los profesores. Y con mejores sueldos. La mayoría de los madrileños trabajarán más de 20 horas a la semana, pero no son horas lectivas. También el profesorado trabaja más de 20 y, en ocasiones, más de 40, o más 50, horas a la semana. Aunque sólo se vean las lectivas, las 18 actuales, las 20 de Esperanza Aguirre, las 21 ó 24 que se daban en otro tiempo, las 25 que siguen impartiendo los maestros. Y no hablamos de la enseñanza privada, que es otro tema.
A lo mejor tiene razón la Presidente de la Comunidad madrileña y, en tiempos de crisis, hay que impartir 20 horas de clase, pero no puede admitirse la vulgaridad o la ignorancia, o la mala leche, de confundir jornada lectiva con jornada laboral. Menos aún desde un cargo público.
lunes, 1 de agosto de 2011
Fotos, discursos, credibilidad
Antonio García Velasco
He comenzado a leer un libro que se titula “El pibe que arruinaba las fotos”, de Hernán Casciari, uno de esos libros del montón de las ofertas en unos grandes almacenes, como una tercera parte de su precio inicial me ha costado. Para unos el pibe arruinaría fotos y para otros, por supuesto, les daría la nota juguetona, liberando la pose oficialista de la losa de la seriedad.
Pasa como con los discursos de ciertos candidatos. Para unos arruinan los propósitos de gobernar, los planes de gobierno, la credibilidad, mientras que para otros, diga lo que diga, siempre tienen dispuesta la risa de la gracia. Tanto es así que, pese a que el candidato conoce la manera de conducirnos a la salvación, pero no encuentra la llave para arrancar el motor –hago honor con esta imagen al chiste de Mingote-, ya están diciendo las encuestas que se acortan los puntos que distanciaban al PP del PSOE. Y es que aquí nos cortaron los trajes para marcarnos de por vida. Y, mira por donde, el otro día venía con la carga de la compra, una parte en la mano izquierda y otra, en la derecha. Sentía la marca dañina en los dedos de las manos. Mucho más en la izquierda, pues, según parece la carga mayor –será por el peso del Gobierno- recaía en tal mano. Se me ocurrió parar, echar un descansito electoral y relevar a la mano izquierda dando su peso a la mano derecha. Por supuesto que la zurda no se quedó sin responsabilidades, pues, hubo de coger las bolsas que portaba la diestra. El intercambio de las cargas fue un alivio general para el cuerpo, digo para el pueblo, no, decía bien, para el cuerpo, para mi persona. Las marcas de la izquierda fueron desapareciendo y, poco a poco, la mano derecha se me fue surcando por la presión. Pero ya estaba dentro de casa, donde dejé las bolsas con gran alivio para ambas manos.
Supongo que el pibe continuará arruinando fotos –ya me enteraré con la lectura de la novela- y los candidatos arruinando discursos para seguir arruinándonos a todos, pues no creo que estemos en condiciones de que surja un verdadero líder con ideas suficientemente renovadoras, ilusionantes, capaces de poner remedio a este coto de deshechos en el que los únicos beneficiados, para no variar, parecen ser los especuladores, el capital, los gigantes titiriteros que nos mueven a su antojo desde la cruceta.
sábado, 25 de junio de 2011
De 110 a 120 y al revés
Mientras polemizamos sobre límites de velocidad, no hablamos de otras cosas. Los llamados ecologistas, por su parte, afirman que la medida ha sido eficaz: menos consumo de combustible, menos contaminación, ahorro en euros, menos accidentes… Los, llamémosles, amantes del automóvil –fabricantes y concesionarios incluidos- diciendo: que un muermo conducir a 110, que también por duermevelas se producen accidentes, que no hay en realidad tal ahorro, ya que el ahorro se produce porque la crisis reduce el uso del automóvil, que hasta 120 es poco correr, que, por lo menos, el límite tendría que ser 130, como en otros países, o como en Alemania, sin límite fijado y sólo ciertas restricciones, según las circunstancias… Y el gobierno, Rubalcaba, digo Alberto, que el petróleo ha bajado y tiende a bajar –aunque sigamos pagando la gasolina a altos precios, aun con las vales descuento que reparten ciertos centros comerciales-, que la medida fue provisional y ha cumplido su plazo, que… La polémica sigue, seguirá, continuará. Como la amenaza de la bancarrota, la presión de los especuladores de la deuda pública, la espada de Damocles del rescate…
A más consumo de combustible, más ingresos por impuestos para el Estado. Por ello algunos sostienen que “como la medida de la reducción a 110 ha funcionado, lo urgente es suprimirla”. El día 1 de julio, “la marcha atrás” que supone más velocidad para adelante. Juegan algunos medios con el titular “Rubalcaba arranca la campaña a 120”. Necesita toda la popularidad -¿y se la da esta medida?- y suprime una disposición que fue antipopular, salvo entre los grupos ecologistas, que conste.
La ministra Salgado señaló que el ahorro ha sido “superior a la pérdida de recaudación fiscal debido a la menor demanda de gasolina”, pero el ahorro, en todo caso, es para el bolsillo particular y la recaudación es para Hacienda y Hacienda somos todos, pero la administran ellos. No sé si alguien podría explicar que si uno se ahorra un litro de combustible yendo a 110, ese ahorro es un bien general para la Nación. Por la misma regla, si gastamos lo mínimo en el día a día, paralizando el consumo, también ello sería beneficioso para todos. ¿O no? ¡No! Este sistema, que indigna siempre y que sólo ahora manifiesta indignados, se basa en el consumo y no consumir es paralizante. Hasta para Hacienda, que recauda menos IVA y tendrá menos para invertir en reducción de deuda, en infraestructuras, en prestaciones sociales.