El virador de la
fotografía
Antonio García
Velasco
El séptimo mes del
año se llama Julio, como mi tío político, el prestigioso fotógrafo, el marido
de mi tía Genoveva. Un día del mes de su nombre, mi tía había salido con mis
primos. Preferí quedarme leyendo a la sombra de un árbol del jardín. Mi tío se
me acercó, me tomó la mano - “Ven”- y me llevó al laboratorio donde revelaba
sus fotografías.
—Mira —dijo— este
líquido es virador y sirve para cambiar la sal de plata del papel fotográfico
impresionado. ¿No te parece fascinante?
Yo asentí, sin
comprender demasiado ni sus palabras ni sus miradas en aquella atmósfera rojiza
del revelado.
—Si te parece,
dejamos la formalidad...
—No te entiendo,
tito Julio.
—A eso me refiero,
no me llames tito Julio, sólo Julio, sin formalidades. Al fin y al cabo yo no
soy tu tío... Hace calor aquí... Mira, quiero enseñarte todo el proceso del
revelado... Hace calor... Puedes, si quieres, quitarte la blusa, quedarte más
fresquita y cómodo, sin fatiga.
Yo tenía sólo
quince años y no veía las intenciones de mi tío Julio. Se me acercaba
insinuante como un gato que busca una caricia.
—¿De verdad que no
tienes calor?
—Tío Julio, no me
gusta esta luz roja, ni los olores que tienes en este laboratorio de revelado —me
giré para salir.
—¡Ni lo pienses! —exclamó
a la vez que me sujetaba el brazo haciéndome volver—. Ahora no se puede salir
de aquí, me estropearías el trabajo de la última semana.
Me atrajo contra
su cuerpo. Sentí el empuje de su erección presionando sobre mi vientre. Fue a
besarme...
—¡Tía Genoveva! —grité.
Relajó su abrazo y pude separarme de él... Ignoro si le estropeé el revelado de
sus fotografías al abrir la puerta y escapar.
Han transcurrido
cincuenta años. No volví a pasar un mes de verano en casa de mi tía, con mis
primos.
He ido a visitar
una exposición póstuma de fotos inéditas de Julio Herrera. Me reconozco niña,
joven, leyendo, durmiendo, sentada en el sofá, jugando con mis primos… En
bañador alrededor de la piscina o nadando… Fui como una obsesión inconfesable
para él… Hoy las cámaras son digitales y las fotos no necesitan revelado ni virador. Los asistentes me miraron extrañados cuando comencé a reír.
Hay experiencias que condicionan el devenir de la vida y esta que describes es muy significatuiva.
ResponderEliminarEn la "Fiesta del chivo" de Mario Vargas Llosa, uno de los personajes principales es una mujer que, después de ser ultrajada en la adolescencia, sabiéndolo su padre que, a cambio obtuvo un puesto político relevante, fue incapaz de tener relaciones con un hombre. Al menos, hasta el momento que vuelve, cincuentona (o cincuetañera) de una ciudad lejana a reprocharle al padre su conducta. No se cuenta (o no lo recuerdo) si una vez enfrentada a quien consintió tal iniquidad, mermadas en éste -no se sabe hasta qué punto- sus facultades cognitivas, si llegó a superar el trauma o no. Ojalá, todas las mentes fuesen tan fuertes como para superar las adversidades más lacerantes. A eso, debemos aspirar. No podemos parar el tiempo. ¿Por qué parar la evolución hacia la felicidad, incluso, sorteando viles obstáculos? Tras una conmoción se necesita un periodo de reposo. Pero, existiendo una posibilidad de seguir adelante, en cuanto llegue el momento propicio, soy de la opinión de apretar los dientes y aligerar el paso hasta encontrar nuestro propio oasis.
ResponderEliminar
ResponderEliminarCarlos Navarro me envía este comentario para que lo publique, Ignoro las dificultades que tiene para insertarlo él mismo:
Lo que asombra de ciertos relatos es la forma estructural de los mismos, que hace que un contenido utilizado varias veces por otros autores, recoge la variedad con que uno de ellos con una estructura distinta puede modificarse. Este relato muestra en su exposición directa: la obsesión de un hombre mayor por una persona juvenil. La historia se cuenta con perfecta nitidez y, con la claridad que caracteriza al autor, en todo su arranque y desarrollo para, en su último párrafo, establecer pautas de lo que se pueden definir como sugerencias que integran al lector en la historia, representadas en las miradas extrañas de los presentes por la risa de la niña ya crecidita, el paso del tiempo, el recuerdo legendario de su infancia, y ese momento presente que ya ha acabado con la existencia del tío, pero que ha dejado en vida unas fotos que a ella le hacen revivir su pasado. Nos muestra siempre este autor una enorme capacidad de condensación en los relatos y la participación activa del lector con el pensamiento.