La
estridencia de Ana Ciruele
Antonio
García Velasco
Tuvo
la inverecundia, desvergüenza y desfachatez de poner a la reventa las entradas
que su hermana, la actriz Ana Ciruele, le había regalado para que llevara a su
mujer, hijos y suegra a verla actuar en los escenarios.
—Allí
estaremos —afirmó cuando Ana le entregó los tiques, tras abrazarlo.
La
profesionalidad de Ana salvó la situación, enlazando su incontrolada maldición
con el parlamento exigido por el guion de la obra teatral.
—¿Qué pasó, Ana? —le preguntó el director.
—Mi
hermano me ha jugado de nuevo una mala pasada. ¡Cualquiera sabe en qué habrá
gastado el dinero de la reventa de entradas!
—¿Tan
desconsiderado es?
—La
culpa es mía por no haber llamado a mi cuñada.
—No
te preocupes, salvaste la escena, has estado magnífica y ha sido un éxito.
—Gracias.
El
hermano se excusó por teléfono diciendo que le habían robado las entradas, que
por nada del mundo se hubiese perdido una actuación de ella, su querida
hermana.
Ella sólo dijo:
"Ya habrá otra ocasión" y para su interior: "¡Cínico!"
En este caso debe haber doble dolor: el que tu hermano te engañe y saque beneficio de tu “bondad” y otro, un atentado al ego, despreciado, al no venir, tu obra y tu valía, en esa eterna pugna fraterna por resultar uno más que el otro, en la infantil lucha por el amor y admiración de los padres, en este caso la sociedad que ejerce como tal. Tal vez, su invitación, fuera entendido, por parte del hermano, como un reto o una petulancia, queriendo mostrarle como triunfaba. Puede que en esa decisión subyaciera, en el subconsciente, la infantil rivalidad.
ResponderEliminarSi además de entretener, la literatura tiene como función abrir la conciencia, las capacidades críticas de reflexión y la imaginación, me doy por satisfecho con este microcuento, pues Antonio Porras, librepensador, narrador, poeta, nos lleva, a partir del relato, a una indagación profunda en las relaciones humanas y, en particular, en las fraternales. Gracias.
ResponderEliminarDesde luego, el texto hace pensar en las relaciones filiales, pero el "Ya habrá otra ocasión" no acabo de entenderlo. Parecería más lógica la negación.
ResponderEliminarAna no quería discutir con su hermano y finge creerlo cuando dice que le habían robado las entradas. Lo conoce y por eso exclama para sí "¡Cínico!" Antes ha dicho que no tenía que haberlo llamado a él, sino a su cuñada. Habría mucho que comentar sobre las relaciones entre hermanos.
EliminarEs un texto magnífico. Hay que ver como materializa la morcilla y atrapa mucho al lector, tal y como si estuviésemos de forma presencial ante la representación teatral.
ResponderEliminarEs fenomenal el discurso dialógico de este relato, tan próximo al microteatro o metamicroteatro.
La ira, proyectada en público, deriva hacia el desahogo de un revés frustrante. Castiga y con ello, en cierta medida, libera la afrenta.
ResponderEliminarEn la vida real, las relaciones entre hermanos, en circunstancias normales, hay que tratarlos con claridad. Los subterfugios para evitar tiranteces suelen dar alas al más descarado.
En arte, y en literatura particularmente, resulta adecuado en algunos relatos dejar al aire las vergüenzas del desvergonzado. Eso produce una consciencia del comportamiento a seguir en cada caso. Considero importante no confundir orgullo con dignidad. Ayuda a arrostrar los problemas cotidianos con ponderada sinceridad.