jueves, 21 de enero de 2021

047 Microcuento LA LECTORA DE HOMO VAMPYRUS

 

La lectora de Homo vampyrus

Antonio García Velasco

 

La cantinela de su gran rezo era el desarme. ¿Por qué los seres humanos habían tenido siempre el afán de poseer armas más potentes que los supuestos contrarios?

Se decía: "Este es un sistema basado en el dominio de los más fuertes, los que pueden poseer armas y sicarios dispuestos a usarlas. Quien dice armas dice recursos, dinero, poder. ¿No podría uno "apearse" de este tren desquiciado
de la Humanidad?"

Fue entonces cuando le recomendaron la lectura de Homo vampyrus. Tras la lectura exclamó:

—¡Quiero ser vampira! Porque los vampiros que pinta este libro son inmortales, están por encima de las enfermedades, poseen poderes sobrehumanos y, de modo especial, mantienen la inquebrantable hermandad con todos los de su especie. ¡Quiero ser vampira!

Acaso fuera un sueño tan imposible como el de don Quijote enloquecido por emular a los caballeros andantes, imponer justicia y enderezar los entuertos de los humanos.

2 comentarios:

  1. Los vampiros de esta novela sobrepasan los poderes de los vampiros clásicos, conjugan ese poder con el placer y no con la exclusiva necesidad de succionar sangre para sobrevivir. Pasión, sexo, incluso rasgos de un humanismo leal a sus allegados, conforman su vida de inmortalidad. No son muertos vivientes sino vivos que han pasado a otro nivel de existencia, seres superiores que han atravesado la puerta a otra dimensión paralela de poder.
    Eso sí, son dependientes de la pócima de la estética para no aparentar su verdadera edad y tétrica figura… más o menos como los seres humanos que niegan y disimulan la verdad física generada por la edad.

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  2. Afortunadamente, aunque escasos en número y aun con más escasez de protagonismo, existen algunos superhombres. En un anonimato querido, unos con importantes conocimientos y otros con suprema voluntad, dedican su vida a curar enfermos, a enseñar los entresijos de la lectura, a buscar agua y acarrearla, a sembrar y cosechar, a deshilvanar el algodón y tejerlo... siempre en condiciones adversas, salvando vicisitudes, regalando fuerzas al compañero exhausto, enterrando al compañero asesinado... Y siempre con la pócima de la solidaridad, no a mano sino inherente a sus convicciones multiplicándose en las células a través de la retroalimentación de un amor inagotable en cada pequeño-gran avance. Inagotable por salvar una vida entre diez, por sonrisas sinceras cercadas de pobreza, por un renglón leído sin silabear... Aunque sepan de buena tinta la incomprensión que generan en la mayoría, el olvido de a quienes tratan de sacar de la miseria en todas sus acepciones. Piensan que la existencia acomodaticia es más placentera pero menos verídica. Alonso Quijano es un sueño hecho referente del anhelo de justicia. "El mejor consejo es don ejemplo".

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