La tímida
Antonio García Velasco
—La Biblia bendice a la mujer callada: "Don del Señor es la
mujer callada, no tiene precio la bien educada" (Eclesiástico, 26,14).
—Pero, ¿tan callada como ésta? ¿No será que nos desprecia a todos?
¿No será que siente un asco intenso por toda la humanidad o la humanidad
cercana?
—¡Exageras! Porque ni está tan callada siempre ni habla demasiado.
Nada con exceso, decían los griegos.
—¿Nadar con exceso para llegar a dónde?
—De nuevo te enredas con las palabras.
—La persona callada se enreda con su silencio.
—No tenemos solución.
En ese momento apareció la tímida que algo había escuchado y dijo:
—Respecto a lo que decís, os digo que yo digo lo que tengo que
decir y donde y con quien decirlo debo. No me vengáis con monsergas ni
explicaciones enrevesadas. Cada uno es como es y respetarlo debemos.
—El ágata es de origen volcánico, como tus palabras —dijo.
La tímida quedó azorada, no supo qué responder. Mecánicamente tomó la piedra en sus manos, dudó, la arrojó
con fuerza y, en arrebato, abandonó el lugar: "¿Por qué tienen que hacer
de mi silencio o habla carnaza de su cháchara y entretenimiento?"